CARTA ABIERTA Nº 1 A MARIO BENEDETTI


Buenos días, Mario.


Estos días le he estado dando vueltas y vueltas y más vueltas a tu poemario “Adioses y bienvenidas”. 


Había leído algún otro poema tuyo, pero tengo que confesarte que no conozco toda tu obra poética. Supongo que ahora, después de esta experiencia, me queda por andar el camino que recorre toda tu obra en verso. Así funciono yo con la poesía, anárquico. Encuentro una veta y la sigo hasta llegar a la fuente, hasta recorrer todo el cauce y probar las aguas que lo acarician.


Volviendo a este poemario, tengo que decirte que he sentido tus versos como si estuvieran pegados a la vida, como si hablaran de todo lo que nos pasa, de lo que nos preocupa, de lo intemporal y de lo concreto, de lo pasado traído al presente, de ese presente que nos duele y nos hace vivir.


Pocos son los poemas que han quedado sin señalizar, sin una nota de mi lápiz a su costado o sin un mensaje a pie de poema, a modo de conclusión de cada pensamiento, de cada vivencia despertada por el poema.


Por ejemplo, he recorrido todo el laberinto de mis miedos cuando he leído los tuyos, algunos coincidentes, otros diferentes.


He sonreído y me ha dejado huella tu pensamiento de que “la belleza en lo oscuro es más belleza”. Lo he pensado y tiene su magia, su atractivo.


También me he sentido partícipe de tu despedida en ese “Brindis (I)”, cuando dices que “brindo por la tristeza / que es un modo discreto / de brindar por la vida”.


Se aligera mi temor hacia la muerte cuando he leído tu creencia de que su llegada “se obstine / en meternos de bruces / en la única noche / capaz de recibirnos / con estrellas abiertas”, tan abiertos como quedan todos tus versos huérfanos de puntuación.


He reconocido la necesidad de que “todos necesitamos alguna vez un cómplice / alguien que nos ayude a usar el corazón”, porque solos y sin cómplices nuestro corazón moriría de soledad.


“Elogio de la sombra” me ha llegado adentro porque mantengo una relación de conquista y desengaños con la luz y con la sombra.


Me ha parecido que, en ocasiones, también buscas un futuro que nunca está tal como lo piensas o deseas; llega pero siempre es diferente. Lo que uno se encuentra siempre es con el presente y con la vida.


He pasado varias veces por la misma senda, volviendo a dibujar las huellas de cada paso, al leer tus versos del poema “Sin timbales”:


“y uno avanza malherido 

independiente de su cuerpo 

y dependiente de su olvido”


Me ha hecho sonreír el desparpajo que nos regalas en tu “Brindis (II)”, con ese desaire final.


Soy de los que recorren, solitario, largos caminos sobre la tierra. Tal vez por eso, he creído entender el mensaje de los versos finales de tu poema “Oda terrestre”:


“la tierra sabe hablarse con mis pies 

y mis pies le confían sus angustias”


También he recorrido varias veces los versos de tu poema “Estaciones”, en el que emparejas las estaciones con la vida, con los sentimientos de nuestro día a día y el esplendor de la naturaleza.


Denuncia y desgarro en cada palabra de tu poema “Miserias”, despertar de conciencias, interrogaciones a la comodidad que nos invade, recordatorio de la realidad del mundo.


Al leer tu poema “Derrotas” -desgarrador, real- he pesando en otras palabras que generan sentimientos parecidos, aunque nada es igual. Me refiero a lo que significan los “errores”, a la carga que llevan consigo todos los “desamparos”.


Y así, poema tras poema, verso tras verso, palabra tras palabra, me has hecho vivir unas cuantas horas de reflexión, de placer, de hacerme preguntas a mí mismo, que para eso sirve o debe servir la poesía.


Mario, muchas gracias y hasta pronto.



Pamplona, noviembre de 2022

Isidoro Parra



 

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