DECIR

DECIR


DECIR 

las palabras que uno diría 

si estuviera desnudo, 

más desnudo que la propia desnudez, 

si estuviera ya muerto, 

si estuviera 

delante de Dios.

Las palabras que uno no se atreve a decir, 

no concibe decir, pensar siquiera, porque forman 

el fondo del propio pensamiento, 

del propio sentimiento. Y escucharlas de boca de uno mismo, 

como si fueran de otro. Y saber por fin, al escucharlas, 

lo que uno en verdad piensa, 

lo que de veras siente, 

lo que es.

Y escuchar 

el silencio de Dios, que quizá nos absuelve, 

como una lluvia fresca. Y estremecerse oyéndolo.

Quizá valdría la pena 

morir, sólo por eso.



Poema de José Cereijo

de su poemario “Los dones del otoño”.



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