CARTA ABIERTA Nº 1 A JUAN VICENTE PIQUERAS

CARTA ABIERTA Nº 1 A JUAN VICENTE PIQUERAS


Buenas tarde, Juan Vicente,


Estamos a principios de febrero, con un día radiante de luz y frío como cuchillo.


Me tomo este tiempo para escribirte mi primera carta abierta que viene motivada en la lectura de tu poemario “La habitación vacía”.


Tengo que confesarte que no conocía tu poesía. Leo mucha pero no llego a todo. Tu nombre y este libro me fue sugerido por un amigo, Victor Herrero, en cuya opinión confío cuando se trata de versos y sutilezas.


Como es la primera carta que te escribo, debería aclararte que no soy crítico literario ni dispongo de una cultura que me permita hacer juicios de valor sobre la calidad de unos versos, así que tranquilo. El único problema que puede ocurrir es que te des cuenta que no he llegado a percibir ni una milésima parte de todo lo que has querido transmitirnos en tus poemas.


De eso va esta carta, de lo que me has hecho sentir, de lo que pienso del contenido de algunos de los poemas. Todo eso lo adornaré con algunos adjetivos que seguramente serán inapropiados, pero lo dicho, mi mano no da para más.


Me he sonreído varias veces, en realidad todas las que he leído y releído tu poema “La habitación vacía” que da título al libro. Además de la sutileza de la búsqueda en el vacío, tengo que confesarte que me ha servido para jugar a ese juego con mis nietos y te puedo asegurar que no les han pasado desapercibidas las posibilidades.


Un libro sobre la muerte, piensan algunos y yo me pregunto si la muerte no esta presente en nuestra vida de forma más firme y continuada que cualquier otro sentimiento. No soy yo de los que están hablando, ni siquiera pensando, continuamente en la Señora, pero que creo que se esconde detrás de nuestra piel y detrás de nuestros ojos, todo lo siente, todo lo mira, siempre está presente. 


Te confieso que cuando ella se hace más visible en mi vida, recurro a Epícteto o a Séneca, intentando banalizar su presencia.


Bueno, Juan, volviendo a tu poemario, no sabría en qué poema detenerme para transmitirte los sentimientos que me ha generado su lectura, porque me he detenido en todos y he vuelto a muchos de ellos.


En cualquier caso, me gustaría decirte que estoy de acuerdo en esos versos de tu poema “Después de la señal”:


“Irse es eso a menudo, la manera 

más honda y poderosa de quedarse”.


Tampoco puedo dejar de decirte que mi acuerdo con el contenido de esos versos requiere que tenga presente que hay que esforzarse un poco para hacernos visibles a los que nos rodean mientras vivimos.


Me he sonreído también al repasar el humor de tu poema “Funeraria”.


También me han sorprendido otros versos que me han hecho mirar hacia mí mismo, hacia mis propias vivencias y convicciones. Me refiero a esos versos del poema “”Qué tal”:


“Somos lo que callamos.


Somos lo que nos duele 

y no nos atrevemos a decirlo”.


Efectivamente, hay momentos en que el silencio es más poderoso que las palabras… y más intenso, mucho más intenso.


Me produce pudor confesarte que, con otras palabras, por supuesto, ensayo y practico lo que indican tus versos finales del poema “Una voz encendida”, una plegaría hacia el interior, hacia la salvación y el consuelo:


“Recógete, alma mía, 

en el hueco que deja lo que ha huido”.


Y así, despacio, con fruición, he ido consumiendo las páginas de tu poemario.


Te he conocido un poco con tus poemas y espero encontrarme contigo en otras páginas.


Gracias y un saludo, Juan.



Pamplona, febrero de 2023

Isidoro Parra Macua


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