ENIGMAS. LA PLEGARIA DE LOS FRÍOS.

LA PLEGARIA DE LOS FRÍOS.

 


Sólo aquello que viene del cielo es susceptible de imprimir realmente una huella sobre la tierra.

Simone Weil: Más allá del derecho y de la persona


Acuarela: José Zamarbide



Estamos en 2018 y pisamos el suelo de Nottoden, en Noruega.


Los vikingos miraban al cielo y no solamente por miedo a que cayera sobre sus cabezas. Por eso, tal vez, esta iglesia y esta puerta apuntan hacia lo alto. Creo que no es importante si lo llamamos cielo, Valhalla o paraíso. El misterio siempre será el misterio.


Para ellos, Thor y Odín habitaban en lugares situados más arriba que su propia cabeza. Desde allí enviaban sus rayos y truenos, la lluvia, la buena y la mala suerte.


Pasado mucho tiempo desde los orígenes de este pueblo, sus tierras fueron invadidas con otras armas y con nuevas ideas. Otras culturas dejaron huellas propias en su suelo y, en muchos casos, mestizaron creencias, edificios y formas.


Allá por el siglo XIII, respetando formas de varias culturas, se construyó la que hoy es considerada la catedral de madera de Noruega, la iglesia de Heddal, consagrada  en su día como iglesia cristiana.


Los cultos han pasado unos sobre otros, apartando o aplastando creencias, pero el edificio permanece, apuntando hacia lo alto. Todo el edificio navega hacia las estrellas.


Desde el corredor exterior que rodea la iglesia, cubierto para las aguas, se accede al interior por esta puerta de madera sostenida por un marco profusamente tallado con motivos vikingos.


No es amplia. La anchura del vano permite pasar solamente de uno en uno:  ¿seguridad, defensa o protección contra el frío?


En la hoja que cubre el espacio del marco al arco, se distinguen dos partes diferenciadas: el paño general, más oscuro, más tosco y más sencillo, y la puerta de entrada, más moderna, más clara y engalanada con herrajes singulares, delicados.


Lo que más me atrae de esta puerta es la altura. Parece que los nórdicos de los siglos XII y XIII fueran notoriamente altos. Supongo que la puerta debía dar la sensación de que su paso no vedaba la entrada a ningún creyente.


A mí me llegan pensamientos de que la proyección hacia el Valhalla tenía algo que ver con esa dimensión vertical que agranda la sensación de apuntar a lo alto.


La estrechez refuerza la altura y hace que esa puerta tenga más espiritualidad que grandeza.


Posiblemente, el arquitecto que la diseñó y el carpintero que la fabricó quisieron devolver al cielo el regalo de sus vidas y responder con esta huella a los dones recibidos.


En cualquier caso, el pensamiento de Simone le da el sentido a esta puerta: cielo, huella y tierra amasan el mensaje de lo perdurable. 


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