ENIGMAS. LA ACOGIDA EN LA CUMBRE.

LA ACOGIDA EN LA CUMBRE

 


El soberbio quema las naves y otro defiende

los templos sobre el lago.

Iván Carvajal: Lecciones de historia universal (Tentativa y zozobra)


Acuarela: José Zamarbide


Agradezco la suerte de haber podido visitar este país y esta cultura tan diferente, regalar mis ojos con la diversidad, consciente de que, tal vez, no tenga otra ocasión de volver a ver estas puertas al natural ni acariciar el brillo de sus vetas.


Al norte de Thimpu, en Bhutan y en 2018, nos acercamos a la base de la montaña coronada por el templo de Tango. 


La subida no es complicada pero exige un nivel de actividad física a la que algunos no estamos acostumbrados. El camino enlosado va trazando curvas continuas a izquierda y derecha, bajo la frondosidad del bosque que cubre esta montaña. 


En las laderas, junto a nuestros pasos, encontramos pequeños altares de oración y acumulación de ofrendas entre los pliegues de la roca que, cobijados entre el musgo, distraen nuestra fatiga. En algunos momentos, nos sorprende un lugar de descanso para recuperar el aliento.


La senda ascendente se prolonga y parece no tener fin. La cadena de turistas se va alargando como un rosario que va perdiendo sus cuentas.


El empeño y la curiosidad de lo que vamos a encontrar nos anima a seguir.


No recuerdo el tiempo transcurrido entre la partida y la llegada, pero sí la alegría de cruzar esta puerta.


Lo primero que llama mi atención es el color, el predominante amarillo de Bhutan, el solemne rojo, el blanco puro, el verde de la naturaleza que nos rodea. La puerta es tan amable como el recibimiento de la gente sencilla cuando llegas a su casa.


Es un anuncio de la antesala de la meta, el preámbulo del misterio que buscamos; es el primer signo de una presencia próxima, del silencio de lo sagrado.


Sonrío al llegar y pasar bajo su dintel, me acuerdo de lo que he sudado en la subida; me cerca el recuerdo de los míos, la reflexión sobre el sentido de este viaje.


Mis decisiones equivocadas se van alejando y pierden fuerza, mientras los buenos momentos vividos, sencillos y engrandecidos por el recuerdo, se aposentan en  mi cuerpo. Tal vez no sea fácil disfrutarlos de nuevo, pero la decisión de vivir el presente, como he sufrido el cansancio de la ascensión, sean la oportunidad para rozar la paz.


Esta puerta sencilla, especial solo por su fractura, por su bienvenida y sus colores, me abraza y me acoge en este país tan desconocido, se alegra de mi llegada y me invita a honrar lo que argamasan sus creencias.


Yo me apoyo y sonrío, agradezco el sudor y el cansancio, me lleno de curiosidad y de esperanzas.


Acepto no quemar mis naves, mantener en pie los mástiles y las velas. Colgándome de las palabras de Carvajal, defiendo los templos que voy levantando sobre la levedad de los lagos.


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