ENIGMAS. INVITACIÓN AL DESCANSO.

INVITACIÓN AL DESCANSO

 



la intensidad

de un fogonazo, puede que solamente,

y también una antigua inclinación humana

por confundir belleza y significación.

Jaime Gil de Biedma: Ribera de los alisos (Moralidades).


Acuarela: José Zamarbide



En medio de la sombra, esta puerta me invita al reposo, me enseña otros espacios, y me arrastra hacia la vida.


La luz del patio al que me conduce se hace más brillante en el encuadre del dintel oscuro de madera antigua que me da la bienvenida.


No oigo el discurrir del agua, pero la adivino en ese espacio generoso dedicado al crecimiento de las plantas, a la creación de un territorio amable que me invita al sosiego, al descanso compartido en esas mesas redondas que acercan más que separan.


Las manchas delicadas de azules y verdes, acompañan a los tonos suaves de la piedra que define los espacios.


La sucesión de dinteles que enmarcan estas puertas abiertas son un recordatorio de la hospitalidad confiada, de la insinuación a compartir el descanso en un entorno en el que se da importancia al encuentro y a la conversación, que desgrana la vida ante el aroma de un té verde.


Nada sugiere agitación, todo es quietud; las prisas han dejado este lugar para dar paso al sentimiento de una vida más larga, menos contaminada.


Me recuerda a nuestros patios andaluces, en los que las plantas ocupan un lugar  que parece natural, creando ambientes para combatir el sol, para dejarse llevar por páginas llenas de poesía.


La sequedad del aire me trae de nuevo a Pingyao, donde los siglos hablan desde la piedra de sus muros.


Me decido a cruzar el primer umbral, a poner mis pasos en ese patio, con admiración y sosiego como equipaje. Descubro un rostro de una anciana sentada que limpia unas verduras para preparar la comida. No se asusta, me sonríe y le sonrío. Intento decirle lo mucho que aprecio la luz y las sombras que comparte, pero no encuentro las palabras, solo mis manos y mi cara transmiten algo de lo que siento. Ella capta el mensaje y prolonga su sonrisa inclinando la cabeza.


Me propone entrar más adentro, pero el pudor me invade. Con un gesto de mis manos se lo agradezco y le pido su permiso de sonrisas para llevarme el recuerdo de este pequeño paraíso.


Dejo atrás ese juego de contrastes llevándome un baño de silencio y de paz que perdurará en mi memoria.


Las palabras de Jaime Gil de Biedma me ayudan a interpretar lo que veo y vivo: un fogonazo de paz y serenidad, una imagen bella llena de significados.



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