CARTA ABIERTA Nº 6 A FERMIN HERRERO.


Buenos días, Fermín.


Hoy, aquí, en Pamplona, se siente el frío como en tus tierras sorianas, cortando la piel, helando las ideas.


He pasado unas horas leyendo tu poemario “El tiempo de los usureros” que publicaste en el año 2003, cuando alcanzabas la edad de cuarenta años.


Al ir pasando sus páginas, en algunos momentos me ha parecido leer poesía de la calle, del descubrimiento, de aquellos que marcan un modelo plano a seguir, la borrachera del desacierto, el error como norma y la falta de mirada a los demás. Tus poemas son irónicos en algunos casos, pero no dejas a un lado la denuncia, la declaración de no pertenencia a un estilo de afrontar la vida.


Me han atrapado esos consejos de tu poema “Balada del perdedor”, entre otras cosas porque los que nos hemos sentido perdedores en más de un momento, sabemos cómo son los que sacan pecho. Tal vez no haya sido consciente de hacerlo con este sentido, pero te aseguro que he cedido el paso a muchos atropelladores.


El perfume en los gimnasios, una impostura más de la modernidad, de la equivocada necesidad de una particular forma de ser.


¿Estás seguro, Fermín, de que la muerte trabaja sin entusiasmo?. Estoy de acuerdo en que lo hace a solas, pero sin decisión y entusiasmo me extraña, aunque lo pensaré. Tal vez encuentre varios momentos de mi vida en que vaciló en su decisión y optó por alejarse.


Me he reído, no solamente sonreído, al leer tu poema “Fungibles”, pero supongo que no habrás hecho muchos amigos con él.


Cada poema es una historia sobre la que reflexionar, un ejemplo a seguir o a rechazar.


Mal porvenir para la vida el de los platos sin fregar, apilados junto a las broncas.


Te aseguro que tu poema sobre Urtain me ha traído muchos recuerdos y ha recreado en mi mente muchos de los pensamientos que la vida de ese hombre me suscitaba en su día. Hay más ejemplos, pero él, antes de entrar en ese mundo, estaba llamado a ser un hombre feliz.


Creo que te refieres a la memoria cuando dices que todo lo verdadero es frágil y, además, inútil. Todavía me aferro a algún hilo de esperanza. Espero que que mi memoria me ayude a no caer de nuevo.


Cercanía y complicidad respirando en cada verso de tu poema “Catastro”. Es fácil callar y también escuchar, pero temo que, si me hago más débil, me devoren mis propias fieras.


Y así, poema a poema, salto a salto, he ido desgranando, en lo posible, tu versos de los tiempos de los usureros.


Gracias Fermin por esta sangría de palabras.


Hasta pronto.


Isidoro Parra.

Pamplona, noviembre de 2021.


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