CARTA ABIERTA Nº 1 A IÑAKI ETXAGÜE ALCALDE.

Buenas tardes, Iñaki.

Hoy he vuelto a releer por enésima vez tu poema “Quizás sea”, un poema que yo leo en cinco partes que quiero comentar, tal vez porque sus versos me han hecho viajar a mi pasado, sin despegarme del presente, o tal vez porque me han hecho recordar noches de insomnio y de dudas, de suelos mojados contemplados tras el cristal de mi ventana, desvelado por la soledad.


Por eso, quería enviarte estas palabras de agradecimiento y de reconocimiento por haber sabido dar con las palabras que le hacen a uno verse reflejado, aunque sea parcialmente porque las vivencias personales son de cada uno y siempre tienen verdad, mentiras y matices.


Con tu primer verso, o título del poema, “Quizás sea”, lo que yo considero primera parte, abres todo un camino de incertidumbres sentidas pero no confirmadas, no tan reales como la mano que las ha escrito, un territorio insospechado de expectativas. Con ese verso nos invitas a entrar en un mundo tuyo, despiertas nuestra propia incertidumbre y espoleas nuestro interés.


Dices, al inicio de la segunda parte del poema,


“Un eco errante buscando 

una garganta que lo pronuncie”


Con esos primeros versos dibujas un escenario de pasos perdidos, de voces que se alejan pero que buscan, que no desean la orfandad sino el calor de la garganta de la que, tal vez, no hubieran querido salir nunca; pero también nos hablas de pérdidas, de soledades lejanas, carcelarias, de necesidad de encontrar el origen, el ser, todo en tono de confesión, de casi silencio.


Sigues,


“Un lamento desgarrado 

sin dueño 

cabalgando los aires sin meta alguna”


Se intensifica la orfandad del lamento, la herida de su desgarro, de su desesperación, mientras, cansado, parece que ha dejado de buscar, que contemplas a la orfandad dejándose llevar por el viento y los caminos.


Añades,


“Un anhelo confundido 

porque no sabe qué quiere”


Y yo me pregunto si ese anhelo puede todavía recuperar la cordura, si podrá optar a una elección sobre su meta o descansará en el mar de la tranquilidad que supone la ausencia de deseo. En cualquier caso, un atisbo de esperanza.


Continúas,


“Una queja que deambula 

por las calles del desinterés”


Parece que siempre hay una huida y un encuentro, aunque, como en este caso, el encuentro sean calles que ni te miran, ni escuchan tu queja, ni les importa, que casi se alegran de que pases rápido por ellas, que ni se molestan en decirte adiós para que no te pares en tu huida.


Terminas esa segunda parte,


“El desencanto que se pega a las vísceras”


Ahí es, en las vísceras, donde se cobija, al fin, la dentellada del desencanto, donde más duele, pegándose a las vísceras como pólipos malignos que nos hacen retorcernos y saborear la hiel del desencanto.


Hasta aquí, todo un desfile de intenciones y realidades, de tirar la toalla, de no querer recogerla, de no buscar salidas, de recrearnos con lo que habita más allá de las fronteras de la piel y más adentro de nuestras entrañas, mordiendo.


Con la tercera parte de tu poema, apenas un verso, nos haces recuperar la esperanza,


“Tal vez, pero también”


No descartas nada de la noche oscura, sabes que te pertenece, pero también abres la puerta al alba, a la posibilidad de que, junto con las sombras, a su lado, se abra paso la luz.


Y así, inicias la cuarta parte diciendo,


“Un grito entusiasmado que levanta corazones”


Has metido de golpe en el territorio de tu poema dos palabras que respiran luz, entusiasmo y corazón, para saludar a los tibios rayos del amanecer, de esa otra cara de la vida, junto a la sombra, la luz; junto a la duda, la certeza; junto a la noche, el día; junto a la tristeza, la sonrisa, junto a la negrura, la promesa de la posibilidad; la confianza.


Sigues,


“Una carcajada contagiosa 

que se escucha y dibuja sonrisas expectantes”


Ya hemos dejado atrás la tímida sonrisa, hemos llegado a la carcajada y, además, contagiosa, sin barreras, para inundar el presente de sonrisas expectantes, para convencernos de que la vida es posible y de que también es posible que la vida sea, al menos un poco, como la deseamos.


Añades,


“Un deseo compartido que ha perdido la vergüenza 

y se abre paso descarado”


Hemos dado un paso más. Cuando gritábamos o nos reíamos no estábamos completamente seguros si habíamos dejado atrás las dudas, las sombras, pero ahora, ya nos permitimos también desear y que ese deseo sea, o lo sintamos, compartido, sin reparos ni apariencias, algo insolente en el descaro, como nos hubiera gustado ser más de una vez.


Continúas,


“Un tránsito que se congratula 

porque ha sido ocupado por sorpresa”


Al leer estos versos me pregunto si el tránsito de las sombras a la luz nos pilla por sorpresa o, por el contrario, la vemos acercarse, entrevemos la posibilidad, nos acercamos y nos echamos en medio del destello sin reparar en daños, porque queremos dejar atrás la uniformidad en la que nos atrapa la soledad y la desesperación. No sé de tu vivencia concreta, salvo que pareces vivir que la luz te llega sin esperarla y supone la primera etapa de la recuperación.


Terminas esa cuata parte,


“Conversaciones largas que se enredan cómplices 

con palabras entregadas al compañerismo 

y sentimientos reconocidos”


Ya se han alejado los nubarrones grises, ya respiramos con regularidad, ya vivimos con aquellos que queremos y nos quieren, ya somos capaces de entregarnos, de ser generosos, de sentir y de reconocernos.



Un gran recorrido, Iñaki, un tránsito desde el reconocimiento de la pena, de la desesperación, hasta el ágora amable de las palabras, esos momentos que nos permiten dormir tranquilos y sonreír, esperar el nuevo día con ilusión.


No me olvido de la quinta parte:


“Todo eso y más…”


Nos dejas con las ganas del más, porque el eso ya nos lo has contado, pero el más.… 


Con esa despedida, no sé si dejas la puerta abierta a otro poema, si quieres decirnos, como Neruda, que confiesas que has vivido, o solamente querías decir que has sufrido y has gozado, como todos, de las diferentes caras que nos pone la vida.


Sea lo que sea, Iñaki, a mí me ha servido para pensar hacia mi vida, hacia los momentos sombríos o los luminosos que han llenado mi vida y supongo que llenan las de todos.


En poesía, lo que leemos y nos sirve para encontrar algo de nosotros, se convierte en universal, además de propio.


Hasta pronto y gracias.


Pamplona, febrero de 2022.

Isidoro

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