EJERCICIO DE TALLER XI. LA MÚSICA, UN IMPACTO.


Desde niño, mi acercamiento a la música, no pasaba de escuchar en la radio a la Piquer o a cualquiera de sus coetáneas, coplas por la mañana, pasodobles por la tarde y algún canto religioso antes de ir a dormir.


No era fácil educar el oído ni los sentidos con ese alimento tan monocolor y tan sin sal.


Crecí y mi siguiente salto, siendo ya joven, fue la inmersión en el pop de la época: Los Brincos, Los Mustang, Adamo, etc. Se trataba de usar la música para bailar, ligar si se podía, y poco más. Perdón, me olvidaba de la banda de mi pueblo, más pasodobles y algunas marchas.


A falta de otra educación musical, la poca música clásica que podía escuchar en la radio se me atragantaba como las habas o los caracoles, alimentos que no podía probar en aquellos años, salvo que me planteara la posibilidad de vomitar.


Pasaron los años y se cruzó en mi camino la ocasión de dar un paso importante en lo que a música se refiere.


Un grupo de personas fuimos invitados a participar en un proyecto que consistía en la edición de una revista de música antigua que, según me explicaron, se trataba de música compuesta desde sus orígenes hasta Bach.


La revista era”Goldberg”, como las famosas variaciones de Bach.


El diseño de la revista, las impresionantes fotografías, los buenos artículos, las críticas certeras, las historias que hablaban de compositores desconocidos, de grandes intérpretes, todo se hacía con unos requisitos de alta calidad sin los cuales la revista no salía al mercado.


El contenido de la revista, su belleza, me llevó a leerla como el que acaba de descubrir un vicio y no piensa en otra cosa que practicarlo.


La lectura de alguno de sus artículos me condujo a comprar algunos CD’s, a escucharlos una y otra vez, siguiendo los contenidos de algunos artículos de la revista, intentado acercar lo que escuchaban mis oídos a lo que decían los expertos.


Y fui descubriendo un mundo desconocido para mí hasta esos momentos.


La revista, como no puede esperarse menos de cualquier proyecto cultural, fracasó y perdimos todo el dinero que habíamos invertido, pero jamás me arrepentí de haber vivido ese proyecto.


De la escucha atenta de la música enlatada, pasé a buscar conciertos, semanas de música antigua, fui a los sitios que pude, escuché todo lo que pude escuchar. Algunos de esos viajes, Cuenca, Zamora, fueron compartidos con amigos. Con ellos vivimos otras experiencias, caminos, comidas y bebidas, risas y otras historias, estrechamos vínculos.


De todos ellos, recuerdo con especial agrado nuestro viaje a la Semana de Música Sacra de Cuenca, hace ya bastantes años. En los conciertos a los que pudimos asistir durante unos cuantos días, escuché embelesado “Las siete palabras”, de Haydn, algunas piezas de Victoria, pero sobre todo las Pasiones según San Mateo y según San Juan, de Bach. 


La primera de ellas, fue interpretada por una orquesta y por el coro de la catedral de Wetsminster, dirigidos por Sir Nikolaus Harnoncourt, con más de trescientas personas tocando instrumentos o cantando en el escenario. Fue realmente impresionante.


Pero la guinda, la pieza que me dejó colgado de esa música que llamaban antigua, fue la Pasión según San Juan, de Bach, interpretada por un pequeño grupo de músicos que empleaban instrumentos también antiguos y un ajustado coro con sus solitas, todos ellos dirigidos por Gustav Leonhardt. El impacto no vino con la belleza de la pieza musical, ni tampoco con los interpretes, que eran buenísimos: Antes de comenzar el concierto, una voz comunicó por los altavoces del auditorio el siguiente mensaje: “El director, Gustav Leonhardt considera que la interpretación de una pasión de Bach es, siempre, un acto religioso y, por ello, ruega al público que se abstengan de aplaudir antes, durante y a la finalización del concierto. Muchas gracias”.


Esas palabras crearon una expectación y una tensión en el público que yo nunca había sentido. La intensidad de la escucha ocupó el cuerpo de todos los asistentes y creo que consiguió que todos lo viviéramos como una experiencia religiosa.


El silencio, al final, era más silencio.


A partir de ahí, la música antigua me había doblegado, me convertí en un fervoroso seguidor y escuchante.


Pamplona, mayo de 2021.

Isidoro Parra.





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