CARTA ABIERTA Nº 4 A FERMÍN HERRERO.


Buenos días, Fermín.


Hoy quería enviarte unas líneas sobre tu último libro publicado: “En la tierra desolada”.


Si estuviera obligado a decir algo a modo de resumen de este libro, en relación con los que he leído tuyos, diría que has hundido tu cuerpo algo más en las entrañas de la tierra, que has buscado pensamientos que iban creciendo desde lo profundo para salir a la luz rodeados de inquietudes y de esperanzas, eso diría.


Diría también que has ganado en complejidad y en preguntas, en imágenes a la vez cerradas, porque son rotundas, pero abiertas porque nos invitan más a pensar, no dejan tan claras tus posiciones, pero dejas todas las ventanas abiertas para que preguntemos o volemos.


En la primera parte, “La ceguera”, comienzas con un poema que a mí me habla de solemnidad, la solemnidad del viento y el páramo, la del nombre, la del regalo de la vida, la del agua, la del reconocimiento al bajar el tono de tu voz, todo mientras oscurece.


¿Qué te voy a decir, Fermín, de los momentos en que yo mismo he pensado que había vencido a la tristeza? Triunfalismo lleno de vanidad que olvida que estamos hechos de barro, de material que se queda en el olvido al roce del agua y del viento.


Ese poema en el que hablas de la flor del guindo me ha parecido que rebosaba atención y desatención, perplejidad, deseos de saber sin los que no es posible hacer poesía.


A mi mente han llegado, como bandadas de vencejos, los recuerdos de mi niñez, intentando matar pájaros cuando dormían, de noche, en las ramas de los plataneros. Al leer tu poema en el que rememoras tu relación de cazador con los pájaros cuando eras niño, se han agolpado mis propios recuerdos.


Aparofobia intensa y común a todos nosotros, si somos sinceros, en tu poema sobre la gitana en medio de la helada. ¡Y cuantas veces negamos nuestras propias miserias! De qué poco nos sirve negarlas.


Al final de uno de tus poemas haces la siguiente observación: “cuando vemos que nada es lo que era”. En esa frase no hay presunción ni imaginación alguna, estás seguro de que “era”, no de que “parecía ser”. Pienso si es el tiempo o nuestro desgaste en el roce con la vida, con lo que amamos y con lo que odiamos.


Me ha encantado esa afirmación final del poema en el que hablas de los que fundían campanas: “Trabajaban no obstante como si lo ignorasen, por respeto al misterio.”. Es cierto que hay oficios que trabajan con materiales y objetos que se acumulan en esa parte de nuestro pensamiento que se nutre del misterio. Son oficios que parecen sagrados, que han debido tener un sentido para los que han ensuciado sus manos en esos sudores.


Un buen poema para reflexionar “Pues todo se encamina… “. Si todo se encamina hacia la nada, si todo camina hacia el olvido, ¿dónde buscamos el aliento para seguir viviendo, para sonreír?. Al leer tu libro, lo he buscado, casi encontrado, en otros versos barridos por los vientos que cruzan los páramos.


¡Qué prudentes las codornices, emboscadas en la paja! Así nosotros también, en medio del desamparo del saber si permanecer quietos o volar, con miedo al no ser.


Entre rabiosas ventoleras, azotados por remolinos de polvo en los sembrados, observando el vaivén de los chopos, desconsolados, interpelados por el azul del cielo, excesivo, pero siempre buscando refugio. Así el desamparo y la esperanza.


Aunque omita el gesto físico, te aseguro que, como las cabezas de trigo cuando granan, yo también me inclino ante la belleza, cada día, sin apropiármela ni considerarla el absoluto.


Aceptación es la palabra y el sentimiento que me inspira tu poema “Por los oscuros pueblos …”. Al final dices ser un hombre en un sendero. No es poco, Fermín. Hay ser y hay camino.


En la segunda parte, “Desprendimientos”, me ha hecho pensar ese primer poema en el que afirmas “Y siempre se va por donde/se vino porque nunca se sabe cuándo/nos calentamos de verdad, ni dónde.” La mayor parte de nuestras fuentes de calor son efímeras. Para que permanezcan es necesario alimentarlas de forma continua. A veces, la voluntad se quiebra.


Cuesta más leerte en este libro, pero calan más tus palabras.


En este sentido, al poema que más vueltas le he dado es “Sin mirarse a los ojos…”. Me produce tanto respeto su contenido que no quiero entrar a matizar ni una palabra, pero me pregunto si es posible “no seguir viviendo en la melancolía de los andenes”.


Me gustaría saber cómo te has sentido en este proceso creativo, Fermín, qué ha supuesto para tí, si has percibido algún cambio, si necesitabas comunicar de forma diferente.


Me da la sensación de has seguido paseando por los mismos caminos, pero has visto cosas diferentes.


Gracias Fermín, por seguir estando ahí y por seguir escribiendo.


Un abrazo virtual.


Pamplona, septiembre de 2021.

Isidoro Parra.




Comentarios

Entradas populares