CARTA ABIERTA Nº 4 A KARMELO C. IRIBARREN


Buenos días, Karmelo.


Apenas nos hemos encontrado con la primera luz del sol. Es temprano, pero tengo una cierta resaca en el cuerpo que necesito desterrar para afrontar el día. Es la resaca que me ha dejado la lectura de tu poemario “Serie B” escrito, seguramente, en los meses previos a 1998.


En este caso, para justificar esa resaca, tendría que decir que he compartido, a lo largo de unas horas, demasiadas barras de bar, demasiados desengaños de mujeres peligrosas y varios pensamientos quejicas sobre la poesía.


Ya lo dices en tu primer poema, “Las mujeres” -que podría haber sido el título del libro o, más bien, las mujeres y las barras de bar-, en el que dices que son el alumbrado de la vida, lo máximo.


Hablando de las barras de bar, parece que te pasas el día entero recorriendo bares de Donosti y seguro que no era así en aquellos años, pero les has cogido tal apego que parecen muletas que te permiten andar lo suficiente para llegar de una a otra, de calle en calle, de vino en vino.


Me pregunto si siempre has estado a un lado de la barra, porque en algunos poemas parece que contemplas la vida y las mujeres desde el otro lado, desde esa franja que queda entre la barra y las botellas, desde ese espacio en el que crece el conocimiento del mundo y una falsa seguridad.


Creo, Karmelo, que Sabina te agradecería le prestases algunos poemas para hacer canciones sobre las barras de bar y los amores imposibles.


En cuanto a mujeres, las hay de todos los tipos, espléndidas, malas, malísimas y necesarias, siempre necesarias. En ocasiones, al leer algún poema concreto, parece que te diriges al amor de tu vida, a tu compañera, a tu amparo, pero en otros muchos versos, parece que has salido a la calle a buscar nuevas experiencias o te las has encontrado porque estabas destinado a vivirlas  -o a que te vivan- para después poder contárnoslas.


Por cierto, ese punto de chuleta que sacas en algunos versos al describir y jugar con las miradas entre ellas y tú, me vuelve a recordar a Sabina y a también a Zenet.


Supongo que sentías ya en aquellos años algo de la premonición relativa a la vejez y, por eso, hablas con tanta seguridad del final del recorrido y del papel de los “viejos” en la vida. Todo crudo, todo verdad.


De la poesía reniegas, la extrañas, la necesitas, te hace vivir y padecer, pero creo que te falta decir que la poesía te invade, atraviesa tu vida.


Hasta ahora, de todos los libros sobre los que te he escrito carta, éste es el que acumula más sarcasmo y más ironía hacia el mundo, hacia los camareros y hacia las mujeres, diría que hasta hacia ti mismo.


También estás un poco hiriente, pero te salva el que ese matiz lo pones en los poemas en los que te atacas a ti mismo.


También hay sarcasmo y lamentación irónica con algo de reproche al espacio que habita entre hacer la guerra y hacer el amor.


Te confieso, Karmelo, que he intentado hacer prosa de algunos de tus versos, pero, al final, me he rendido ante tanta vida vivida y convertida en poesía.


Hasta pronto.


Pamplona, octubre de 2021.

Isidoro Parra.

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