PRIMAVERA XXV. Piedad.

“A cada instante algo viene a socorrernos.”

Christian Bobin (Resucitar)

Hoy nos hemos regalado un día de asueto y con un amigo de los que perduran hemos salido a recorrer una parte de la costa de Guipúzcoa.

Hemos hecho la primera parada en Orio, un pueblo pesquero que hace ya muchos años me dio vivencias para recordar su mar, sus calles y su gastronomía. Por eso, en mi mente, hoy, tenía la idea de rescatar algo de esos recuerdos, hacerlos vivir de nuevo.

Pero la realidad siempre es más suya que nuestros deseos, más tozuda que se diría, y hoy me ha traído otras imágenes, alguna sorprendente.

Al recorrer sus calles, hemos doblado una esquina para ascender por una cuesta hacia la parte más antigua del pueblo y allí mismo, protegida por el viejo techo del arco de piedra, sobre el antiguo muro de los cimientos de la iglesia de San Nicolás de Bari, me ha salido al encuentro esa piedad de Jorge Oteiza, marrón y con su capa de tiempo y óxidos acumulados.

Me gusta su ubicación en el exterior del templo. Ahí nos acompaña a los que simplemente caminamos, a los que entramos y a los que dudamos, expuesta y en ofrecimiento a todos, como las buenas intenciones.

Su imagen me transmite invitación y amparo, no para acercarme, más bien para adentrarme en ella, para cobijarme en sus vacíos, en esos vacíos que Jorge estudió y trabajo, en los que se inspiraba para que sus esculturas nos permitieran dejar abierta esa nada y llenarla con nuestra presencia.

La mañana ya me ha dado su regalo del día y Orio me deja con esta Piedad una imagen más profunda para lo que me queda de vida, un mensaje tal vez, un ejemplo a seguir quizás, un compromiso a asumir, una invitación a dejar la comodidad de la individualidad.

Lo siento también como un gesto de ofrecimiento que en su silencio se hace belleza atemporal.

Intento quedármelo como haría un avaro con un tesoro, aunque sé que de nada serviría si no consigo poner en práctica su mensaje, compartirlo contigo.

Pamplona, mayo de 2018.

Isidoro Parra.