PRIMAVERA XXXIV. Haya y fuerza.



“Lo realmente extraordinario está en lo inmediato.”

Ismael Grasa (La hazaña secreta)


A pesar de la fragilidad de tus raíces, que parecen solamente posadas sobre la superficie de la tierra, te veo inmensa, pareces la representación de la fuerza estable, de la solidez.


Solidez y fuerza en el tronco, ligereza en las ramas.


Creo que hay pocas cosas tan bellas como tu tronco en medio del bosque, rodeado de otras hayas más jóvenes.


Es una imagen más de las que me regalan los bosques de Urbasa.


Una imagen que me provoca con su presencia, que me deja inmóvil y me instala en una nube, flotando.


Veo ese musgo que se apodera de los pies del tronco para engalanar la corteza gris, para poner el verde suave y el verde oscuro sobre su piel.


Observo los colores de la piel del tronco que van desde el gris claro al casi negro, las huellas de su vida.


Todo lo que veo me inspira paz, deseo de fundirme en esa belleza no contaminada, esa belleza que surge espontánea, que viene a dejarnos testimonio de nuestra pequeñez, pero que se ofrece generosa a nuestro paso.


Y abrazo su tronco, que no puedo abarcar, para fundirme en el contacto, para intentar quedarme con algo de su energía, de su fuerza. Al mismo tiempo, intento con egoísmo dejarle algo de la carga que llevo dentro. Pienso que lo puede soportar casi todo y aprovecho su silencio, su disposición, para liberarme de sombras, para disipar mi mente demasiado habitada, para dejar la puerta abierta a nuevas vivencias y esperanzas.


Me separo de él con tristeza y con paz, con el agradecimiento humilde que reconoce su grandeza, con la serenidad gozosa del que recibe, con la incipiente añoranza que se inicia en cada separación, en cada despedida.


Amillano, junio de 2018.

Isidoro Parra.




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