CARTA ABIERTA Nº 2 A OLVIDO GARCÍA VALDÉS.

Buenas noches, Olvido.


Hoy he leído tu poemario “ella, los pájaros” que agrupa tus poemas escritos entre 1989 y 1992, fechas en las que tú tenías entre 39 y 42 años, los mismos que yo tenía. Tú, además de hacer otras cosas, batallabas con letras y palabras para hacer nacer tus poemas; yo me debatía con proyectos profesionales y empresariales, entre números, presupuestos, objetivos, falsos triunfos y fracasos no aprovechados.


Creo que he leído un grupo de poemas que discurren en varios planos: el paisaje que ves o te imaginas, los pájaros que vuelan todos los paisajes, tú, el otro o los dos, en muchos de los casos, sin conexión directa entre todos ellos o confundidos, para crear una atmósfera que tiembla o que calla o que grita.


En tu primer poema, “Algunas piedras…”, me he debatido con esas visiones que nos comunicas. Dices que “algunas piedras almacenan luz, pulidas y cerradas, como si fueran vivas.”. Esas palabras me envían muchos mensajes, la luz aquietada, muda e inmóvil en el corazón de las piedras, algo oculto pero protegido, una esperanza envuelta en una capa pulida. Por cierto, sabrás, supongo, que Byung-Chul Han, el filósofo coreano, cree que lo pulido transmite poca vida, que en una superficie pulida todo resbala y nada se queda. Por eso, tu pensamiento, he entendido que contrario al de Han, transmite un soplo de esperanza, otra visión, un atisbo de la complementariedad de los contrarios: lo pulido y cerrado contra la apariencia de vida.


En “Hablo contigo…”, tu segundo poema de este libro, me he detenido en ese enfrentamiento -que, por cierto, no suena tanto a lucha sino a duda- entre los contrarios, entre la anciana y tú, entre que le hablas y te hablas a ti misma, un juego que siempre me atrae porque solamente en la conjunción de las dos posiciones podemos encontrarnos. De todas formas, me encanta ese final del poema porque me identifico y esa es, precisamente, la magia de la poesía, la posibilidad de identificarte con lo que dice el otro:


“La alegría es misteriosa, 

externa como un chaparrón, 

la tristeza, en cambio, forma parte del ser, 

casi constante, solapada en todo caso, 

razonable siempre.”


Mi rostro se define con una sonrisa cuando leo los dos primeros versos de este final y se ahonda, se endurece al reconocerse en los siguientes.


Carrusel de recuerdos en tu poema “En este lugar…”. Idas y venidas ente personajes que creas o retratas, algunos sufrientes, otros que ya han trascendido, del presente a lo pasado o al futuro, con los pájaros siempre llenando el aire que os separa. Un canto a la desolación más desnuda.


Qué rayo de luz, qué alumbramiento ese grupo de palabras que, agrupadas al final de poema, te ofrecen el agua limpia, casta, para eliminar el moho del agua que recorre el corazón.


Es cierto ese instinto que no sabemos de dónde viene, ese acto reflejo de encogerse cuando te sientes agredido y temes no poder defenderte. En esos casos, solo se piensa en minimizar el daño, en protegerse de una agresión que nos puede devastar.


¿A qué podemos aferrarnos ante el desasosiego del insomnio? Parece ser, según dices, en tu poema “Ella dice…”, que, en esos momentos, puedes estrechar distancias hasta con lo que nos ha quitado el propio descanso. Terrible.


Estoy de acuerdo en que los más bellos sentimientos, esos que perseguimos, que ansiamos, el amor, por ejemplo, son lo que son y, además, pueden ser un desamparo, porque todo lo que amamos nos hace más débiles, pero también es cierto que nos enseña a vivir a la intemperie y eso nos hace más fuertes.


Me gustaría preguntarte a qué luz te refieres cuando dices “Me da miedo la luz”. Puedo imaginarme algunas situaciones en las que he podido sentir ese rechazo a la luz, el deseo de quedarme en la sombra, en penumbra, de aislarme, pero no he acabado de ver el origen de tu miedo, ¿de dónde viene para ti la amenaza?


He percibido aislamiento, soledad profunda, en tu poema “Veo cada vez…”. He buscado algo de luz en este poema oscuro, pero no la he encontrado. Una capa de frialdad ha cubierto mi mirada, me ha dejado mudo y triste, Olvido. 


Más desolación en tu poema “intemperie…”. No he podido encontrar el lugar de llegada, la existencia de un refugio, de un fuego que te dé calor.


Tengo la misma sensación, Olvido, al escribir esta carta, que la que he tenido al leer tus poemas, la de que, posiblemente, no he sabido leer, no he podido llegar al corazón de tu mensaje, de tus intenciones o situación al escribir estos poemas.


Espero que me disculpes por ello. Intentaré ahondar y entender mejor los siguientes.


Un saludo,



Pamplona, mayo de 2021

Isidoro Parra.


 


Comentarios

  1. Agua casta, franciscana.

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  2. - Querido amigo: Bucear por el delicado mundo de la la belleza y la poesía, siempre se me antoja atrevido, y sobre todo pienso que hay que tener un duende especial para poder expresar el pálpito profundo que nos puede inspirar cualquier elemento ó circunstancia que nos rodea.
    Es como si en tu caminar rutinario, encontrases esa chispa que en un momento dado, puedas eliminar la gravedad que nos aferra al barro, que para cualquier otro sería solo barro, y sientas la levedad del ser para flotar por encima de caminos no explorados y cimas de verdores no estrenados.
    - Y tus cartas...... Captar la esencia de los poemas que mencionas en cualquiera de ellas, me reafirma en tu sensibilidad no ajada por haber manoseado tantos años números y cifras que podían haber borrado de tu "disco duro" tu espíritu sembrado en su día por lecturas y amigos que grabaron su impronta con cariño.
    Aunque mi afición principal es la música estoy intentando retomar el espacio de lectura y escritura olvidados para poder seguir la huella de los que camináis sobre ellos y poder seguiros.

    Un abrazo fuerte y nos vemos.
    Tu amigo Tomás

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    1. Tomás, nada tienes que retomar porque nada habías perdido. Tu comentario a mi carta es el mejor ejemplo. Gracias. Abrazos. Isidoro.

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