VERANO VII. Paz en la sombra.

“Ese momento cuando las estrellas ya se han ido y el sol aún no aparece. Ese momento.”

José Mateos (Un año en la otra vida).



Hoy he salido temprano a caminar. Las predicciones meteorológicas anuncian temperaturas altas y un sol que se ensañará con los humanos. Con esa perspectiva, prefiero hacer la mayor parte de mi camino antes de que el sol castigue mi piel y, así, he recorrido escenarios diarios que, a pesar de ser los mismos, no se repiten día a día. Para eso, para distinguirlos, está la luz, el sol, las nieblas, las nubes …. y mi mirada, la disposición de mi ánimo, el equilibrio que preside mis pasos de cada día.


Pasada la mitad del recorrido, ha surgido la llamada de atención. En ese momento justo que describe Mateos es en el que me ha sorprendido, en la media penumbra, la silueta de ese cementerio de Larrión señalizado por esos cipreses, ese signo de bienvenida para los que llegan y se quedan, también para los que solo llegan de paso, a visitar y conversar con los que ya lo habitan, para hacerlos un poco más vivos, más presentes en las vidas de los visitantes.


Por encima suya, la silueta de las montañas con sus azules en cascada, apenas iluminados por las primeras ráfagas de luz, un espacio para los sueños que despiertan y para los que se apagan.


Por debajo, en la parte inferior del cuadro, el oro de los rastrojos recién cortados, todavía despertando del sueño nocturno.


Y mi mirada, hoy, se queda en el centro de la imagen, en medio también de los sentimientos y las inquietudes de mi vida, en ese lugar de descanso, de abandono, de renuncia y permanencia, siempre serio, siempre una referencia para los que seguimos fuera de sus muros, siempre una cita con el pasado y con el más que posible futuro.


Hoy, la bella imagen que contemplo es una promesa de paz, una invitación a la reflexión, una forma como otra cualquiera de ordenar mi día.


Amillano, julio de 2018.

Isidoro Parra.


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