CARTA ABIERTA Nº 6 A JOSÉ MATEOS.


Buenos días, José.


He cambiado la hora de escribirte y también el destino de mi mirada. Hoy te escribo desde Pamplona, recibiendo el frescor de estas horas de la mañana que sube hasta mi balcón desde los árboles que crecen y crecen en el parque de Yamaguchi.


Hoy quiero enviarte algunas palabras sobre tu libro “Días en claro” que reúne los poemas que seleccionaste de los que habías escrito entre 1990 y 1995.


Abres el libro con ese poema solitario que no sé muy bien si es anuncio, preámbulo, deseo o resumen de lo que voy a leer. Me refiero al poema “Palabras en la noche” en el que parece que las palabras elegidas se acoplan como el guante a la piel de los sentimientos que expresas. Anuncias y, sobre todo, intrigas, interesas al lector con avisos y premoniciones, anunciando ya el que será un tema recurrente de tus poemas -los de éste y otros libros-, la muerte.


¡Qué cantidad de recuerdos puede traer consigo una carta! Qué poco practicamos el arte epistolar y cuánto nos perdemos. Las escasas ocasiones en que recibo una carta, es como si estuviera a punto de desvelar un secreto, de resolver un misterio. ¡Qué grato recibirlas y qué esfuerzo escribirlas!


Momentos mágicos en la noche de Sevilla, observando la luna sobre la piel del Guadalquivir, acompañado y en amistad, momentos que llenan la vida de recuerdos que nos ayudan a vivir o a saber que hemos vivido.


Al leer tu poema “El impostor”, he pensado por un momento que era posible, a pesar de nuestros errores, rectificar y vivir una vida nueva. Sé que el poema, al final, enfrenta al impostor con su realidad, pero cuánta esperanza encierran esos primeros versos.


Siempre que leo un poema que habla sobre la relación de un hijo con su padre o de éste con su hijo, no puedo evitar detenerme y volver a leerlo. No sé si busco lo que he vivido o lo que me ha faltado por vivir. Así me ha pasado con tu poema “Estampa de ayer”. Al leerlo, me ha venido a la mente el recuerdo de palabras y momentos que significaban reconocimiento, aceptación, gratitud que desprende el conocimiento, estrechamiento de lazos hacia el pasado y hacia el futuro.


Pienso en mi padre y podría aplicar a mi relación con él, los últimos versos de tu poema: 


“Él no sabe, no sabe que me pierdo 

en ese raro oficio de tinieblas.”


“Pronto caerá la noche” y yo también seré consciente de mi soledad. Debe ser epidemia.


José, he sentido al leer tu libro, que tu mochila se iba llenando de diferentes experiencias, que acumulabas peso sobre los hombros, al tiempo que tu escritura se aligera, crece y se esponja.


Gracias, un abrazo.


Pamplona, agosto de 2021.

Isidoro Parra.




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