OTOÑO II. Evocación.


“Debo añadir que el interés de lo que en este lugar se puede contemplar se agranda para aquel que desarrolla aquí sus pensamientos y trata de adquirir un saber aún más profundo.”

Kamo No Chómei (Pensamientos desde mi cabaña).



Los tiempos pasados, además de recordarlos para ensalzarlos o renegar de ellos, también pueden ser fuente de inspiración para el arte, en este caso para el arte de los murales en la calle que nos traen ese pasado al presente.


Hoy me he topado con un mural que mis ojos se habían negado a ver. Por eso, es cierto que uno pasa y pasa mil veces por un mismo lugar, pero necesita pasar la mil y una vez para que tu atención se quede atrapada por un retazo de belleza con significado.


En las orillas del Arga, en una fachada del Club Náutico de Remo, que ya me trajera este verano un pensamiento elaborado en relación con un simulacro en el propio río, me encuentro este mural que recrea la imagen, conservada en una fotografía de 1902, del antiguo portal de La Rochapea que, en su día, fue una de las seis puertas de acceso a la ciudad, construida en el siglo XVII.


No puedo continuar sin detenerme a mirarlo e intentar trasladarme a cómo podría ser la vida en aquella época no tan lejana de principios del siglo XX, una época en la que todavía se mantenían en pie muchas edificaciones que, si hubiéramos contado con el pensamiento y las técnicas actuales, podrían haber sido salvadas.


Su recreación en esta pared, junto a la ubicación primitiva del portal, la siento como un homenaje a la labor de otros que nos precedieron, un intento de integrar el pasado con la modernidad, una huella para no caer en el olvido, una nueva belleza que da su sello a este lugar.


Me siento reconciliado con lo que veo y creo que todos nosotros somos fruto de lo que fueron otros, de lo que hicieron y pensaron. Me pongo en el camino de la paz a través del tiempo y pienso en lo que nosotros podremos dejar, como testigos de este tiempo, a los que nos seguirán en este camino de entender la vida y los orígenes, de intentar conocer la importancia de seguir dejando huella, de hacerlo con responsabilidad y generosidad.


Éste trabajo me reafirma en la aceptación de las obras que acometen los que nos gobiernan, más allá de las críticas partidistas y sectarias. Tal vez porque la belleza no tiene medida política. Es un suspiro que nos llena de confianza.


Pamplona, septiembre de 2018.

Isidoro Parra.


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