CARTA ABIERTA Nº 3 A JESÚS AGUADO


Buenos días, Jesús.


Mi intención para esta tercera carta, era hablar de tus poemas en general, siguiendo el contenido de la recopilación “El fugitivo”, pero en ese camino y en esa intención se han cruzado tus haikus.


Ya había leído el libro “Algunos haikus (o no) desde la nada” que incluyes en la recopilación que he citado, pero en estos días he tenido la oportunidad de leer tus pequeños pero grandes libros de haikus que has publicado con posterioridad: “Paseo”, en 2017, y “Completamente siendo”, en 2020. 


Esa reiteración, no creo que llegue a obstinación -más bien creo que es una querencia vagamente afectiva- en deslizarte por la forma de este tipo de poema, me ha empujado a enviarte unas líneas sobre lo que hasta ahora me ha llegado de tu andadura en estos sembrados.


Entiendo el título de tu primer libro de haikus publicado o escrito en 2007, sobre todo ese final “desde la nada”, porque creo que es cierto que, para escribir un Haiku, solamente es necesaria una mirada que se pose, viendo, sobre cualquier pequeño detalle, incluso sobre el vacío.


Te entiendo más cuando he leído las definiciones (aforismos) que haces sobre los haikus en tu libro “Heridas que se curan solas”. Ahí hablas del resto que queda en un vaso después de que otro haya bebido.


Así son de breves estos poemas, así son de sencillos, así de profundos.


Tu metáfora me ha hecho pensar en otras pequeñeces, como el último brillo de un charco que se seca, como la última hoja que cae de un árbol en otoño, como el primer brote que se atisba en la yema de un manzano, como el último viaje de salmón solitario.


Tengo que decirte que cuando he comenzado la lectura de ese primer libro -siempre me pasa con la poesía-, he buscado la rima que en los haikus no existe ni se considera necesaria porque hay otros elementos de más hondura; he buscado la métrica y he observado el cumplimiento de las diecisiete sílabas, cinco, siete, cinco, que vas cumpliendo con la delicada disciplina, sin perder el ritmo ni lo que ocultan las palabras.


Me quedé atrapado en el primer Haiku: “Un gorrión muerto./Las hormigas devoran/ojos y nubes”, con esa imagen tan poderosa de las nubes que mueren de nuevo en los ojos muertos del pájaro.


Precisión del contenido de una gota de sangre: “Gota de sangre./Un globo en miniatura./También la muerte”, todo en una sola gota, igual es que sea la primera o la última.


Escarabajos y cucarachas para amontonarse en tu noche o sostener tu cielo.


¡Qué sencillez y qué complejidad la de los puzzles! ¡Qué planos y qué profundas sus divisiones!: “Hacen un puzzle./La pieza que no encuentran/son ellos mismos”.


Leyendo “En el empeine/te pinto una tortuga./No te me escapas.”, encuentro la forma más gráfica y menos violenta, más mendicante, de pedirle a alguien que no se vaya de tu lado.


Como las raíces de un haya que buscan siempre la superficie, así las heridas y la escritura: “Tus arañazos:/escritura evadida/de la escritura”.


¿Cómo entenderlo si no te has quedado inmóvil ante la falta de muros y, por el contrario, has buscado caminos en tu alma ante un muro elevado?: “Haces un muro/para pasar mejor/al otro lado”.


Y qué decir del lavadero definitivo, de la limpieza total que, en ocasiones, ansiamos: “Para limpiarte/con el jabón no basta./Usa tu muerte”.


….


En 2017 se publica la segunda, creo, recopilación de nuevos haikus, “Paseo”.


Me vuelvo a quedar atrapado en la magia etérea del primero de ellos, “Dos mariposas/tejen hilos de viento/junto a la higuera.”, primavera avanzada, aluvión de colores, inundaciones para el olfato.


La naturaleza y el color, la pendiente de la vida que las flores intentan apaciguar: “Las margaritas/sin vértigo descienden/por el talud”.


Tengo que decirte que provocaste mi sonrisa al ritmo de los pasos y las vacas: “Suenan mis pasos/y de pronto no suenan./Bosta de vaca”.


¿Qué sería de las formas sin nuestra mirada?: “El caracol/inscribe su espiral/en quien lo mira”.


Podría detenerme en otros muchos, en tu observación de la naturaleza que es la de muchos, aunque no veamos lo que tu ves y, aún menos, podamos decirlo como tu lo dices.


Respira terapia de serenidad tu reflexión sobre los pensamientos que nos agreden y nos acosan: “Mil pensamientos/disolviéndose en uno/y éste en la nada”.


¿Qué difícil resulta construirse a uno mismo solamente con palabras?. Tu lo haces, parece, con palabras y sentimientos: “Me siento y siento./Con palabras construyo/mi madriguera”.


Caminos para perdernos y caminos para encontrarnos y, al final, siempre la mirada: “Mirar los pasos/no dados que a lo lejos/son tan felices”.


La brevedad del haiku y lo efímero de la propiedad: “Escribo un haiku/en el arroyo breve/y se lo lleva”.


El tiempo y la autocrítica tan necesaria para seguir mirando: “Monotonía:/las notas de las aves/y lo que escribo”.


….


En 2020, se hace pública la edición de tu libro de haikus, “Completamente siendo”.


Sin detenerme, he llegado a los girasoles tan bien retratados: “Los girasoles:/procesión de fantasmas/desmotivados”.


Creamos o no creamos, sepamos o no sepamos qué es el alma, ¿cuántas veces nos reclama?: “Gasolinera/del alma: repostar/lo más barato”.


Sinceramente, ¿crees que solamente vive un gusano en tu imaginación?. Creo que son varios, que están vivos, activos y no son estúpidos: “En esta fruta/que es la imaginación/vive un gusano”.


Me ha hecho sonreír la rotura de la cadera de Dios, aunque tiene su miga y sus consecuencias.


A veces, haces peticiones que para todos quisiéramos. Espero que si se conceden, se multipliquen: “Un quitamiedos/para estos sentimientos/que ya derrapan”.


….


Así, de haiku en haiku, de mirada en mirada, de brevedad en brevedad, en la naturaleza y sus habitantes, reconociendo realidades y deseos, con todo eso, al leer tus breves poemas, se han alimentado durante unos días mi sonrisa y mi mirada y, algo, si es que existe, se ha acercado a mi alma.


Hasta pronto, Jesús.


Pamplona, enero de 2021

Isidoro Parra Macua


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