INVIERNO XIII. El tiempo grabado en la piel.


“Persistir es vivir

y volver a morir

insistir.”

Iván Carvajal (Tentativa y zozobra: Los amantes de Sumpa XIII).


La piel es siempre un mapa de la vida, un mapa con sus huellas grabadas, las más de las veces con dolor, mostrando el paso del tiempo que ha dejado día a día su huella más tenaz, más indeleble. Claro está que el impacto depende, como dice un gran amigo, del material que nos ha sido dado a cada uno.


En unos deja huellas que se intentan esconder, apartar de la vista de los que nos rodean, cubriendo nuestros cuerpos de disfraces; en otros el zarpazo es más amable, deja que el rostro y el cuerpo se vayan adaptando a ese empeño del tiempo en devastar nuestra imagen y, por ello, conservan un aura de orgullo, de desafío a la devastación.


Lo que es cierto es que ninguno de nosotros exhibimos los deterioros con naturalidad, sin sonrojo.


Ninguno de nosotros, pero sí estos troncos de platanero que me he encontrado en mi paseo matinal.


En grupo, como si fueran buenos vecinos, y ya entrados en años, me muestran su corteza llena de señales, salpicando de mensajes sus robustos troncos.


Sobre el fondo joven de la corteza, toda ella de ese verde suave, desvaído, se acumulan pequeños trozos de corteza de color verde más intenso, más maduro, que son los restos de las primeras cortezas que el tronco va despidiendo, pasajeros que el tiempo ha castigado y abandonado pero, sobre éstas, todavía se acumulan trozos de cortezas más antiguas, de color marrón, que apenas sobreviven a su último invierno.


Unas sobre otras componen la historia de su vida, pero ellos las muestran con la tranquilidad de la confianza en la renovación, sin ningún fatalismo ni lamento por la pérdida de una parte de sí mismos.


Valoran el todo y su armonía, lo que han sido, lo que son y lo que serán.


Pamplona, febrero de 2019

Isidoro Parra


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