CARTA ABIERTA Nº 10 A JOSÉ MATEOS.


Hola, José. Sinceramente, no pensaba que este camino epistolar iba a ser tan recorrido. Vamos por la décima y tú y yo sabemos que no estamos hablando de la décima copa de Europa ni de ningún puesto en el resultado final de un evento deportivo. Sólo hablamos de cartas que a mí me apetece enviarte por este blog y que espero leas algún día.


Hoy, con algún grado de temperatura más que ayer, quiero hablarte de tu libro de poemas “Un sí menor”, publicado en 2019.


He observado que has vuelto a incluir un poema inicial, previo, sin dejar de incluir también un poema final. Desconozco los motivos pero me da la sensación que no deja de ser una búsqueda más.


Es un poemario lleno de miradas a la naturaleza, a los regalos gratuitos que nos ofrece, a elementos de su paisaje, como el ciprés, los álamos, las nubes, las gotas de rocío y muchos más, con los que has conversado, haciendo preguntas que, como tú mismo decías en algún poema, son las que revelan y desvelan las sombras, las que abren puertas y despejan caminos.


Ese poema previo, por ejemplo, tiene cuatro estrofas, de las que me gusta más el camino y el deseo que expresan las tres primeras estrofas que los versos finales. Es posible que yerre, pero me perdonarás si, con esta apreciación, solo pretendo evitarte el desengaño de un deseo de difícil cumplimiento. Vencer a la muerte, hasta ahora, me parece tarea imposible. Yo, personalmente, trabajo en hacerle un hueco amable a mi lado, porque sé que vendrá y no podré decirle que me deje en paz.


Qué bonito sería que la belleza, en su esplendor o en su discreción pudiera desbaratar las iniciativas de la muerte. Me apunto.


Preciosa la fusión entre la lagartija y el color de la pared. Qué pocas palabras y qué imágenes tan sencillas le bastan al poeta para construir un sueño de cristal y transparencias.


Hablando de transparencias y levedades, tu poema “El balcón abierto” me ha hecho respirar despacio y profundo, como si estuviera mirando al mar.


Qué reproche más cercano y más hondo el que haces al final de tu poema “Acuarela en Doñana”:


“¿por qué me hacéis morir 

todas las tardes?”


No me gusta hacer comentarios sobre poemas que están dedicados a otra persona, como es el caso de “Sevilla, 2017”, ofrecido a Andrés Trapiello, porque pienso que su contenido encierra matices que van más allá de sus versos. En ellos hay una motivación, una relación entre poeta y destinatario que, sin conocerla, te resta capacidad de sugestión. A pesar de eso, pensando en los anhelos de todo poeta o escritor, me ha llamado la atención esa pregunta que machaca el poema y todo el mensaje como un martillo: “¿Lo que hay no es suficiente?” De dónde nos viene ese ansia por buscar lo que no tenemos o no dominamos.


Cambias de escenario en el poema “Madrid, 2018”, en ese recorrido nocturno rodeado de rostros anónimos para ti como el tuyo lo era para el resto. Una reflexión que es fácil imaginar. Los viajes  de largas distancia siempre abren la mente, pero es en las distancias cortas cuando surgen las dudas y los compromisos.


Vuelves sobre la muerte en lo que supongo es un periodo en el que has vivido una situación complicada con tu madre, en casa y en hospitales, porque te ha inspirado poemas de amor en alguno de los cuales has viajado de nuevo a tu infancia, evocando esas palabras como “pan tierno” o “membrillo”.


Llegamos a “Retrato de Antonio el loco”, con esa frase que cierra el poema. Es igual que sea realmente de Antonio o tuya:


“Quiero que sepas 

que no existe otro Dios que un hombre herido.”


Un ejemplo de resiliencia esa advertencia que lanzas al corazón en tu poema “12/18”:


“No insistas, corazón, 

inútilmente: 

nunca 

maldeciré la vida.”


Y así, poema a poema, verso a verso, he llegado al final de tu libro, que guardaré con ligereza para volver a retomarlo en breve.


Gracias, José, y un abrazo.


Pamplona, agosto de 2021.

Isidoro Parra.









Comentarios

Entradas populares