EL RINCÓN DE LEO. Bar


En la calle Paulino Caballero, de Pamplona, ha hecho su puesta de largo “El rincón de Leo”, un pequeño bar que, por hacer alarde de su tamaño, ni dispone de una acera amplia que le permita instalar una terraza que mejore las cuentas del negocio. Renacido de las cenizas del Enciso, ha llegado con nuevos aires, con renovada apuesta y con oferta de oficio aprendido en muchas barras, muchas horas y muchos desvelos.

Su nombre también armoniza con el tamaño. En su interior, cuatro mesas a las que no se les ha escatimado la comodidad de un banco tapizado y la de amplias sillas que invitan a sentarse con promesas de bien sentar y bien descansar.

El suelo, en el que se combinan los cuadros blancos, grises y negros, nos deja el recuerdo de otros tiempos, creando esa armonía que exige toda una vida.

Las paredes y el techo, con sus colores sólidos, fuertes, le dan una atmósfera en la que necesariamente has de encontrarte recogido. No tiene menos importancia la barra, que asienta sus reales en el local con rotundidad, como un faro a cuya luz hay que acudir.


Esa barra que atrapa las miradas con su brillante muro, que hoy veo de color rojo oscuro, acompañado de esos taburetes, también rojos, me recuerda a un bar de noche, en el que Liza Minelli o Bob Fosse podrían entrar a tomar un combinado cargado o suave, para tomar más y dejar que las horas pasen.


Hoy dejan el local, en el momento en que yo entro, cuatro señoras del barrio, con la cara satisfecha por el trato y lo consumido, con promesas de vuelta. Me asiento en la barra y mientras tomo un generoso blanco y un pincho de callos, observo los clientes que van entrando y se aposentan, dándome motivos para llenar esta página.


Con todo y con ello, la esencia del local es la profesionalidad de la dueña y la calidad de su oferta de cocina: callos y ajoarriero, cuya excelencia tiene el poso de receta de madre, bien transmitida y bien aprendida, tienen trabajo hecho con el cariño con que se trata un buen producto y se cocina para una clientela conocida a la que no se quiere defraudar y tienen, no podía ser menos, horas y horas de trabajo concienzudo, de buen hacer.


Es un proyecto personal, negocio para dar sentido a una vida, para crear vínculos de momentos de placer con sus fieles parroquianos. Un bar con diferentes momentos y ambientes a diferentes horas del día.


Hoy se escuchaba una música country que llenaba el aire de nostalgias.


Pamplona, 18 de octubre de 2018.


Isidoro Parra


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