INVIERNO XXI. Luz en el hayedo.


“Los bosques son los misterios de un paisaje.”

Joseph Roth (Las ciudades blancas - Avignon)


Vuelvo a mis bosques, el lugar en el que vuelo a ras de tierra y veo lejos.


Es enero, las mañanas son frías y la tierra de los caminos, a pesar de que no son las primeras horas de la mañana, está dura, apelmazada por la falta de lluvia y los hielos tempranos. A pesar de ello, el paseo discurre entre bosques con la sensación de una renovación personal.


Es cierto que las hayas están ya desnudas de hojas, pero no han perdido ni un ápice de la belleza que las caracteriza. Es otra belleza distinta a la de la primavera, a la del verano o a la del otoño. Ahora son más ellas, menos ocultas. Nos ofrecen todo su andamiaje, su esqueleto, el que soportará, pasados unos meses, los nuevos brotes verdes, pero ahora son el gris y el marrón los colores que pintan su escenario.


Parecen soldados en descanso, oficiantes en meditación, guardianes de la vida.


El sol quiere abrirse paso entre los troncos, pero la densidad es tan alta que solamente deja filtrar algunos rayos para incrementar el misterio del paisaje.


El sol y la penumbra de las sombras de las hayas crean esa sensación de equilibrio en la que intentamos que discurra nuestra vida, el sol para que podamos guiarnos y calentarnos, la sombra para reposar y repensar la vida.


Camino por una senda que me equilibra. Es como si me adentrara en una cueva de serenidad, de paz, donde se adormecen los malos humores y duermen profundamente las bestias salvajes de mis pensamientos que, en este momento, toman distancia y callan.


Se levanta algo de viento y las ramas se rozan produciendo un susurro que me acompaña.


Definitivamente, esta belleza va más allá de mi capacidad de entenderla, pero la recibo como una bendición que relaja mis huesos y acompaña el ritmo de mis latidos.


El ruido de mis pasos sobre el manto de hojas secas que ha dejado el otoño atestigua mi presencia y me fija al camino. Aquí, en medio de este bosque, no hay meta ni destino. El bosque es mi casa y aquí me siento en paz.


Amillano, enero de 2019

Isidoro Parra.


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