INVIERNO XXV. Desde la ventana.


“Mi nostalgia es un brochazo gris perla en el vacío.”

Felipe Benitez Reyes (Ya la sombra: Gama cromática)


El sol ha llegado esta mañana para quedarse todo el día conmigo, me acompaña en mi paseo por las orillas del Arga, mientras dejo mis ojos en cada brote nuevo de los árboles, en la explosión de un capullo, en el color de cada nueva flor.


Al recorrer los caminos que serpentean por las huertas de Aranzadi, mis ojos me han llevado a la pared de una antigua casa de campo, hoy abandonada. Así lo atestiguan sus puertas cerradas a cal y canto, sus ventanas tapiadas con ladrillos.


El conjunto encierra, queramos o no, todas las historias de las gentes que la habitaron, todas las ilusiones alcanzadas y algunas rotas, todas las alegrías que hicieron reír a sus paredes, todas las tristezas que explotaron en las noches cerradas.


Pero todo tiene sus ciclos, unos cierran etapas y otros abren otras nuevas.


Así ha empezado a pasar con éstas paredes que el paso del tiempo empezaba a enterrar en el olvido.


Por lo que ven mis ojos, la vida que ha vuelto a estas paredes delata la llegada de otras manos que no han invadido el interior de la casa ni los recuerdos que encierra. Se han limitado a abrir ventanas cerradas, a dejar que las sombras surjan de la ventana tapiada para crear la apariencia de vida que abre un nuevo ciclo de acercamiento a este espacio abandonado.


En esta mañana de marzo, cuando el sol empieza a calentar, esas hojas verdes que se extienden sobre ladrillos nuevos y ladrillos viejos, sobre el cemento reparador, sobre la vieja cal, son una invitación al acercamiento, a la esperanza de que no todo está perdido.


De hecho, la figura que con delicadeza poda las ramas se protege del sol que también le calienta. Está tomando la medida del lugar, los tiempos de plantar y los de  podar, porque aquí, como en tu casa y en la mía, hay tiempo para plantar y hay tiempo para podar, hay tiempo para reír y hay tiempo para llorar y, lo que es más importante, hay tiempo para sonreír y para la esperanza.


Pamplona, marzo de 2019

Isidoro Parra.



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