INVIERNO XXII. Catedral de hayas.


“Solo existe el todo, no los detalles.”

Laszló Krasznahorkai (Al Norte la montaña, al Sur el Lago, al Oeste el Camino, al Este el Río)



Contemplo este muro de troncos y ramas desnudas, con el color de las hayas de mi tierra, y mi pensamiento se va a otras obras menos naturales.


El fondo es tan tupido que parece el fondo de un decorado preparado para una celebración. Si así fuera, sería una celebración espiritual. El escenario crea un ámbito de silencio, como en una catedral solitaria. Los troncos te elevan hacia lo alto, por donde respiran, como en un templo gótico; los espacios que dejan los troncos son resquicios para la meditación, como los suspiros que las catedrales dejan entre sus columnas de piedra.


El oficiante es el viento que reparte a la par susurros y silencios, momentos para la observación y momentos para el recogimiento.


Aquí me siento pequeño, pero también me siento cómodo, como en la penumbra que crean los vitrales de una catedral…. León, por ejemplo.


Aquí me dan ganas de quedarme un tiempo y repasar mi vida, comentar mis defectos conmigo mismo, repensar mis actitudes, renovar mis afectos, alejar los temores y perseguir el perdón.


Es cierto que la imagen me recuerda más a una catedral gótica que a un templo románico, sencillo, en los que me encuentro más cómodo, pero en estos momentos las imágenes se superponen, el torrente de recuerdos quiere descansar aquí, entre estos muros de viento y hayas, sobre este suelo marrón de millones de hojas, sobre esta fuente de generación de vida, de renovación de esperanzas.


Y todo se acumula pero no se confunde, se funde en un abrazo amable, en una promesa de alianza de abrazos para el recogimiento, para trabajar la paz interior.


Pienso que puedo intentar descifrar el misterio aquí y en un templo cualquiera, siempre que el silencio me rodee, siempre que pueda respirar, siempre que el horizonte vaya más allá de los muros de piedra o de estos troncos.


Creo que no hay espacios equivocados si tu cuerpo te lleva por el camino de la reflexión y del silencio, en la búsqueda de los pensamientos que te unen con los otros, en comunión contigo mismo y con aquellos que no conoces. 


Amillano, enero de 2019

Isidoro Parra.


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