INVIERNO XXIV. Asombro



“Lo que consuela es principalmente la belleza.”

Vicente Valero (Diario de un acercamiento: Los apuntes del paseante, XXII. Oficio).



Asombro es la mejor palabra que he encontrado para nombrar esta aparición imprevista en mi jardín de cactus.


Lo que empezó hace unos días con el crecimiento de un pequeño tronco en la parte superior de la planta, se ha convertido en una flor esplendorosa, luminosa como una bienvenida al ser amado.


Nunca había percibido, al menos de esta manera, la belleza de los cactus, siempre tan ariscos, tan serios, siempre con esa coraza de defensa ante cualquier acercamiento, pero cada día, conforme convivo con ellos, me sorprenden con sus explosiones florales, inesperadas.


Por eso, por esa sorpresa que siempre te da lo inesperado, ese cohete amarillo que estos días ha despuntado de este cactus oscuro está llenando muchos momentos de mañanas y tardes en las que intento entender el camino que va a seguir, hasta dónde ha de crecer y cuando me va a dejar.


Y así, contemplación tras contemplación, me va ganando el terreno cada día. Hasta hoy era una planta más, un tanto desconocida. A partir de hoy, su belleza se ha quedado conmigo para siempre y, se vaya cuando se vaya, aquí estaré esperando su nueva llegada, cuando se cumpla su ciclo, cuando quiera volver.


Con su llegada ha venido a mí la serenidad de la espera, la conciencia de que merece la pena esperar y amar lo que llega, apreciarlo en su esplendor y en la decrepitud que llegará más tarde aunque hoy por hoy las campanas bandean a fiesta mayor.


Estás ahí y, aunque no seas mía, porque nadie puede poseer lo que es libre, te siento más mía que todos los bienes que poseo y eres más mía porque estás ahí, independiente, tú misma, pero me miras y te miro y quiero creer que nos entendemos.


Amillano, marzo de 2019

Isidoro Parra.



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