CARTA ABIERTA Nº 4 A IÑAKI DESORMAIS

Buenos días, Iñaki, 


Mi carta de hoy va de verso a prosa, de lo que se intuye a lo que se dice.


He leído, casi seguidos, dos libros tuyos: el primero, “Cinerario de risas ardientes”, poemario tuyo con el que conseguiste el premio “Amantes de Teruel” en el XXIX Certamen nacional de poesía, escrito, creo en 1990, y publicado el año siguiente; el segundo, “Gesto de amor en la memoria”, texto en prosa con el que en 1991 ganaste el premio “Frutos Secos” y que fue publicado en 1992.


Inicias el primer poema con los siguientes versos:


“Un manto oscuro 

todavía atenaza los hombros del alba


algarabía frenética de pájaros 

como náufragos a punto de salvarse”


Con este inicio introduces los que serán dos de tus soportes en tus poemas posteriores: el alba y los pájaros, que consigues que pueblen el paisaje de este poema, en particular, y de tu poesía, en general. No sé si me gusta esto que he escrito, porque hago una afirmación que no sé si es correcta. Lo cierto es que tanto el alba como los pájaros están presentes a lo largo de tu obra, pero seguramente no he conseguido retener otros sustentos que pueden ser más fuertes para tu expresión. Si es así, te pido perdón por mi falta de atención.


Creo que ya te he dicho que los poemas largos no son mi fuerte. Cuando pienso en ello, creo que mi capacidad de retención y comprensión no aguanta más allá de algunos versos.


Haciendo honor al título del libro, nos regalas ese poema en el que ves ardiendo desnudo al vino y lo ves convertirse en luz oscura. Viajas en esos pocos versos de la tierra al fuego y de ahí a la fragilidad de la eternidad. Largo recorrido en el que creas un universo.


En tu poema “Una línea de monstruos…” unas palabras bien hiladas me han hecho detenerme y pensar en la belleza: 


“… el resplandor agudo

De la risa jugadora en los delfines”


Y qué decir del final de ese poema en el que despachas a los que interrumpen procesos como Jesús despachó a los mercaderes del templo:


“Está probada la pregunta


Que no insistan 

los prematuros destructores de respuestas.”


Otro de los temas que he visto repetirse en estos poemas es el de la muerte, a la que has tratado de diferentes formas: “Muerte/de luz/y de dulzura”; “única muerte/a tal extremo sucedida”; “Muerte:/dulce autorización para estar muerto”. “Pero la muerte es gris y está del todo hueca”. “No te puedo hablar, muerte”. “Lo más viejo del mundo de los vivos es la muerte”. “Morir sólo de muerte”. De todas las referencias que haces a la muerte, posiblemente me quedo con ese poema corto, pero sublime:


“Muerte:

Pájaro mudo 

que sólo grita 

después de haber partido.”



Aunque no es menos bello ese inicio de poema:


“Dormido en la acritud 

templo de ortigas, busco 

el diminuto quiebro del pájaro 

cuyo vuelo entra en muerte.”


No sabría decirte en qué mar me sumerges, pero al leer el principio de tu poema “No es claridad…”, he sentido que un mar de aguas calmas, sabias, me iba envolviendo hasta sumergirme en tu lenguaje:


“No es claridad la lente 

ni la más exagerada luz del día 

sino la percibida raíz de la conciencia 

manando su visión desde la oscura 

médula de la carne


dulce es la claridad 

que a la extinción precede 

hostigando a inventar lo invulnerable”


No podría transcribir sino el poema entero que titulas “Incineraciones”. Al leer esas líneas amables y duras, que provocan recuerdos en todo aquél q ue haya recorrido algunos senderos de su vida, es imposible detenerse y que esos recuerdos no te atropellen, pero llenas cada verso de tanta dulzura que me vienen a la memoria las palabras de otro poeta (J. Gil de Biedma) cuando decía que en el recuerdo, el júbilo es igual a la tristeza.


Creo que muchos poema de muchos poetas serían magníficos sólo por su comienzo o por su final. En el caso de tu poema “Nieva el cinco de abril”, con el inicio del mismo marcas tu distancia con los que nunca podríamos escribir algo así:


“Nieva 

con el encono de un suplicio 

lujurioso.” 

 

Al leer tu poema “Imperial Theatre Ballet”, me ha ocurrido una cosa curiosa. He pensado que cuando veo un espectáculo de ballet, me cuesta entender los movimientos, lo que quieren expresar los bailarines, aunque encuentre en sus figuras y movimientos toda la belleza de los gestos y los cuerpos, pero el sentido, la significación, se me escapan muchas veces. Al leer tu poema me has dado la clave cuando dices: “Parece amar”. Así me pasa. A partir de ahora, podré expresarme con más seguridad cuando diga parece…


Rotundidad, aquiescencia, que no puedo negar, es lo que me provocan esos versos tan precisos:


“Sólo está viva la miseria

el ansia.”


Casi al final del libro me encuentro con tus soportes, el alba y los pájaros, con los que quiero despedir esta parte de mi carta:


“Hierve el alba 

con las voces de aguja de los pájaros.”



Con pena dejo la poesía, no porque tu prosa no me parezca precisa, clara y acerada en ocasiones, pero ese es mi camino: plegarme ante un buen poema y dejar de lado la prosa.


No obstante, no quería despedir esta carta sin hablarte de ese libro, “Gesto de amor en la memoria”. 


No me provoca, como dirían en Venezuela, meterme a hacer consideraciones sobre tus devaneos con el amor y la sexualidad, porque siempre me parece algo violento. Si así me lo parece a la hora de tratar el tema entre los presentes, mucho más hacerlo con los ausentes que no pueden responder a mis impertinencias.


Sólo quiero decirte que tu prosa es ligera, que está llena de ironías y de ocultaciones que solamente los que hemos vivido en esta ciudad podemos entender y también lo hacemos los que tenemos una similar edad y hemos sufrido de desinformaciones y sentimientos de culpa no merecidos y no saludables.


Me parece que tus textos son valientes, mucho más para el momento en que fueron escritos.


Por eso, enhorabuena, Iñaki.


Bueno, te dejo, Iñaki. Si te llega esta carta, léela con benevolencia y piensa por un momento en todo lo que la lectura de tus escritos me está regalando.


Hasta pronto.


Pamplona, marzo de 2021.

Isidoro Parra.


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