CARTA ABIERTA Nº 6 A JAIME GIL DE BIEDMA


Buenas tardes, Jaime, 


Hoy voy a hablarte de versos sueltos en tus poemas y de un poema completo. Los primeros porque son pequeños tesoros que han quedado en mi memoria desde las primeras lecturas de tus poemas hasta el punto de tenerlos grabados y servirme de apoyo, como un bastón de palabras encendidas.


El segundo, el poema completo, porque se grabó en mi en toda su extensión, del principio al final.


En cuanto a los versos sueltos, siempre he pensado que un poema debe iniciar un relato de forma suave, acercarse a la idea, acariciarla y sorprendernos al final con una frase que, por sí sola, justifique el poema, le de sentido y lo engrandezca hasta hacerlo único.


Y tú sabes hacerlo, tienes el dominio de las palabras, de su orden sobre cada línea.


No soy muy partidario de los poemas largos, pero tú sabes romper la monotonía para dar un zarpazo de iluminación. 


Así lo he visto en tu poema “En el castillo de la luna”:


“Qué patético fracaso 

la belleza y la salud”


../…


“Quizá entonces 

comprendas que no estás solo, 

que nuestra España de todos 

se parece a una prisión.”


¡Cuántas veces pienso a esos dos versos que destruyen la vanidad por la belleza y la seguridad de la salud!. Siempre que afloramos temas de conversación que rozan esos conceptos, me vienen a la memoria, me aferro a ellos para tener presente la fugacidad de ambos, la debilidad de la seguridad que generan cuando se disfrutan.


En ese final del poema, tan contundente, se adivinan las limitaciones de pensar y, sobre todo, de vivir vidas diferentes, que se sufrían en esta tierra nuestra en esos años que, a pesar de haber pasado varios desde el final de la guerra, todavía estaban implantadas en nuestra sociedad. En todo caso, creo que decir eso, cuando lo dijiste, tenía algo más que un eco de valentía.


Enlazando con ese final, paseo mi mirada en el inicio de ese otro poema tuyo de aquellos mismos años, “Años triunfales”


“Media España ocupaba España entera 

con la vulgaridad, con el desprecio 

total de que es capaz, frente al vencido,

un intratable pueblo de cabreros.”


Si el final del poema anterior era valiente, el inicio de éste es casi desafiante, te imagino leyéndolo en un auditorio cercano, publicándolo con el riesgo de no dormir tranquilo. En todo caso, un golpe de realidad en una soledad que era más de silencios y de cautelas que de osadías verbales. 


De tus últimos poemas, me he detenido en ese lamento que sólo puede surgir de años ya maduros, en los que se han hecho realidad tus versos del fracaso de la belleza y la salud.


Es el inicio de tu poema “Himno a la juventud”:


“A qué vienes ahora, 

juventud, 

encanto deseado de la vida?”


Qué pocas palabras bastan para pintar un cuadro inmenso, tan inmenso como que representa el ciclo de una vida, el pasado, el deseo, la mirada ya cansada, incapaz de aceptar la belleza que se envanece frente a nosotros. En mayor o menor medida, es el recorrido de todos nosotros.


En cuanto al poema completo, me refiero al que titulaste “No volveré a ser joven”.


“Que la vida iba en serio 

uno lo empieza a comprender más tarde

-como todos los jóvenes, yo vine 

a llevarme la vida por delante.


Dejar huella quería 

y marcharme entre aplausos

-envejecer, morir, eran tan sólo 

las dimensiones del teatro.


Pero ha pasado el tiempo 

y la verdad desagradable asoma: 

envejecer, morir, 

es el único argumento de la obra.”


¿Se puede ser más preciso?, ¿contar mejor el fracaso de todas las vanidades?. Te salió redondo, Jaime, porque, digamos lo que digamos, todos hemos aspirado a triunfar en algo, en tu carrera, en tu arte, en el amor, en la familia, en lo que sea, pero el paso del tiempo te retrata y señala los límites verdaderos al paisaje en que te mueves, nacer, crecer, vivir, pero irremediablemente envejecer y morir, como dices, los únicos argumentos de la obra.


Sé que no es un poema esperanzador, es realista. Por eso quiero levantar una tímida lanza a la posibilidad de incluir la aceptación como único bálsamo de ese transcurrir del tiempo. Lo hago porque creo que en la aceptación también puede vivirse la belleza de un amanecer, el brotar de una primavera, la capacidad de imaginarnos que formamos parte de un engranaje más complicado cuyo mecanismo y función todavía no hemos llegado a descifrar.


Gracias, Jaime, por los pensamientos y reflexiones que me ha generado tu poesía.


Pamplona, febrero de 2021

Isidoro Parra


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