PRIMAVERA VIII. La borda de piedra.


“La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla.”

Herman Hesse (Lecturas para minutos)




En medio de los verdes trigos, desde el pasar de los años y guardando el olor de tus vivencias, me estabas esperando con tu sencillez, con la sonrisa de tus buenos recuerdos, con el dolor de los días fríos marcado en tus paredes, con esa rigidez que producen los abandonos.


En medio de los verdes trigos te proyectas desde hoy hacia tu pasado, hacia el sudor que dejaron en tu suelo los esfuerzos de aquellos labradores que se agarraban a la tierra para salvar su familia, hacia el humo del fuego que calentó el cuerpo de tus moradores en muchos días y noches de invierno, hacia el tejado, ya caído, que protegió muchos sueños y vigilias de la fría lluvia.


Y sigues ahí, medio entera, testimoniando tus orígenes, tu función que ha sido y que se pierde en el olvido, negándote a dejarnos sin unas palabras que te reconozcan, que te acaricien.


Y sigues ahí, gritando en silencio por tantos años de falta de cuidados, recordando tu fortaleza, agarrada a la tierra y exhibiendo tu piedra todavía bella, más bella con los hongos que el tiempo ha dejado en tu rugosa superficie.


Y sigues ahí, enseñándome tus entrañas devoradas por los vientos, tus espacios invadidos de alimañas, mientras me dices que prefieres acoger alimañas que la soledad total, que la nada.


Tengo que decirte que tu permanencia, tu resistencia, me ha servido para acercarme a ti y acariciar tus paredes, para escribir estas pocas y torpes palabras, para quedarme con la mirada fija en tus heridas, como si pudiera restañarlas de tanto mirarlas.


¡Ah!, y también para vivir este momento de recogimiento, de sincera veneración a tu pétrea belleza.


¡Que los vientos y las lluvias te respeten muchos años!


Gracias.


Pamplona, abril de 2018

Isidoro Parra.


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