CARTA ABIERTA Nº 3 A JOSÉ SABORIT.


Buenos días, José.


Me enfrento a estas líneas a primeras horas de una mañana fría de finales de abril, con los cielos de Pamplona encapotados como quien se pone una boina gris, bien calada. De las nubes cae esa lluvia que tanto nos ensimisma y nos inspira, dejando los jardines satisfechos y con ganas de seguir viviendo.


He acabado de leer tu poemario “Flor de Sal”, publicado en 2008 y escrito, supongo, en varios meses anteriores o tal vez años.


No tengo a mi disposición toda tu obra poética y no sé si es tu primer libro publicado o estoy confundido con el orden, además de con otras cosas.


De todas formas, creo que no importa, porque su lectura me ha dado para muchos momentos de ensimismamiento, de sonrisas y de miradas a lo lejos, al horizonte que llega más allá de la mirada.


No tengo ni idea, José, de qué es lo que vería si yo hiciera el recorrido que propones en tu primer poema del libro, “Origen”, pero me ha dado la sensación que llegaría a lo más oculto de mí mismo, a lo que me niego permanentemente, a lo que no valoro pero me gustaría compartir, a lo que me duele, a lo que me sostiene, a lo que prolonga mi esperanza.


Me encanta el ritmo de los poemas de este libro, un ritmo con cadencia, con melodía que discurre en silencio por nuestras horas. Así he visto tu poema “Celaje” en el que nos hablas de tu otro oficio, el de pintor, pero en el que también nos hablas del discurrir apacible de los días de nuestra vida; un poema que respira humildad ante el oficio, el reto de cada día tras otro día, tú mismo.


Tu poema “Sabinar” me ha hecho pensar en que somos costumbre, imitación de lo que nos hiere o nos acaricia, tenue sabiduría aprendida en la repetición. Somos perseguidores de eternidades.


En el poema que da título al libro, he volado con tus palabras sobre los mares, he saboreado la sal y me he mojado con el vapor del agua, me ha volteado el oleaje en un viaje en el que la alegría impregna todo el canto.


Otro camino abierto, medio en penumbra, y un recorrido preciso por esa tarde amplia que se desliza sobre el papel agradeciendo todo lo que nos sucede. Todo eso y mucho más que no sabría explicar es lo que me ha provocado tu poema “Tarde”. En Venezuela y en algún país de América del Sur utilizan la palabra “provocar” como sinónimo de “gustar”. Eso quería decir con esa palabra en este momento.


En tu “Muerte entre los pinos”, imagen a la que recurres en otros poemas, creo, me ha venido a la memoria el recuerdo del haya caída que utilicé en uno de mis pensamientos del libro “A vueltas con la belleza”. En tu caso, me has hecho recorrer el paisaje de la vida, el de la fusión entre cuerpos y miradas, en un recorrido de aceptación de lo no previsto, de lo inesperado.


Tu poema “Al otro lado” me ha hecho darle mil vueltas a muchos recuerdos y pensamientos que, ahora y afortunadamente, llegan a mí con la paz de la aceptación de todo lo vivido. He pensado que si pudiera ver la imagen de mi padre superpuesta a la mía, sería consciente de que se fue con una edad que ya acaricio con la mía. Me pregunto si sería capaz de ver la seña que me hacía desde dentro cuando me miraba -que seguro me la hacía. Pienso en que las dificultades de nuestra vida no le permitieron contagiarme muchas sonrisas. Afortunadamente, ahora que ha llovido tanto y todo se comprende, me sonrío y me sonrojo al imitar su sonrisa y la envidia que me produce leer tu poema no empaña ni entristece mis recuerdos.


Hay un paisaje abierto que te sorprende, esperando mejores amaneceres, agradeciendo la rosa y la azucena, un paisaje cargado de confianza y esperanza que se abre, vivo por tu mirada, en tu poema “Verlas pasar”.


He vivido una experiencia de abrir las heridas que sangran ante la negación de lo desdeñado, ante el rechazo de lo añorado, ante el titubeo de lo que se nos ofrece, sobre todo el titubeo de nuestros pasos por no tomar lo que abiertamente se nos brinda, todo ello leyendo tu poema “Oportunidad”.


En tu poema “Espejo”, en el que nos hablas del paso del tiempo y de las heridas que inflige, de la aceptación que debemos incorporar, nos animas con esa frase que tanto abarca:


“Buena cara al mal tiempo que te acecha”


Huída y regreso, intento de buscar nuevos espacios y reconciliación con tus espacios habituales, creo que de todo eso habla tu poema “Tanta huida”. Me quedo colgado de ese final:


“… de andar siempre buscando 

el cálido regazo del retorno 

perdido tantas veces, 

el ácido perfume del redil 

y la dulzura 

que nunca está en la huida.”


Rendición con valor, castigo merecido, inevitable realidad de la que ya no puedes huir, heridas imposibles de sanar, determinación, todo ello, o no, en tu poema “Vida”.


En “Las formas del enigma” hablas mucho de lo perdido. Por cierto, Enigmas es el título que hace ya tiempo puse al libro que llevo en estos días a imprenta, en el que reflexiono sobre el significado de las puertas o de algunas puertas. Volviendo a tu poema, me he tropezado con esas estrofas que he leído y leído:


“Y aunque es propio del hombre preguntar 

y en busca del saber más transparente 

sacarle el doble fondo a cada cosa, 

siempre queda un estrato, algún reverso, 

alguna perspectiva en fuga siempre, 

algún alma escondida tras el alma, 

alguna esencia oculta a flor de piel.”


Como dices, al final del poema: sabiduría y formas del misterio.


En el recorrido de tu poema “Poder del centro”, he leído con optimismo la posibilidad de demorarse en las periferias que consideras fértiles, he intentado seguir tu consejo de no malograr ese caminar con mis prisas, he procurado vivir con respeto ese mundo de los frutos o presencias de mis germinaciones, no he necesitado utilizar tus consejos de dejarme llevar por la curiosidad porque esa es una de mis señas de identidad y he acabado alabando la existencia de la duda:


“La duda es el embrión de la sorpresa, 

la sal de tu viaje.”


En ese poema que para tanto me ha dado, me quiero agarrar también al furgón de cola de tus últimas palabras, sintiendo la fragancia inexistente.


La vida entera en tu poema “Cae la noche (Mateo: XXV, 30)”, pasado y presente en todo el poema. Desecho los versos individuales para quedarme con el poema.


Tu poema “Sinrazón del rayo” me ha zarandeado, pero me ha gustado porque en las imágenes más abstractas, más encintadas, he encontrado multitud de precisiones que se ajustan a diferentes estados y realidades.


Cotidianidad, pereza y obstinada rebeldía, mucho de engaño a uno mismo, retrato de lo habitual hecho poema, todo eso he visto desfilar ante mis ojos en tu poema “Más”.


He celebrado con gozo y esperanza tu poema “El muro” que, en tu caso, dedicas a la pintura, tu otro oficio. Ese o algo parecido será el tema de mi próximo trabajo largo con las palabras. Por eso, tal vez, por todo lo que ronda mi cabeza, puedo imaginarme lo que derraman esos versos:


“Pero el lienzo se abre 

si detienes tu paso y consideras 

su honda superficie.”


Y mucho más con ese final:


“… cuando miras al muro y reconoces 

el mundo luminoso de tus sombras.”


Qué hermoso me parece ese recorrido por el mapa de la piel amada, pero me voy a callar. Siempre me ruboriza comentar poemas de amor a la amada.


¿Qué es el ahora? ¿Existe?, o solamente es un eslabón del tiempo que se pierde en cuanto lo piensas. A veces pienso que para retener algo de cualquier ahora tenemos que arroparlo con nuestros deseos de volver a vivirlo.


Tu poema “Membrillos” me ha traído muchos recuerdos de mis membrillos del Monasterio de la Luna y de los momentos vividos mientras toman color con el azúcar al calor del fuego, eso sí, después de varios días llenando con su aroma y su color el aire de mis estancias.



Bueno, José, creo que te estaré aburriendo. ¿Qué te voy a decir yo de tus poemas que tú no sepas?. Pienso en las horas empleadas desde que nace cualquier idea hasta que se plasman las primeras palabras en el papel, palabras que harán nacer otras hasta construir el poema que expresa tus pensamientos y abre las puertas a tus fantasmas.


Gracias por haberme proporcionado estas horas de placer y de reconocimiento de la vida, del poder de los recuerdos y, sobre todo, de la contemplación.


Hasta pronto, espero,


Pamplona, abril de 2021.

Isidoro Parra.


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