PRIMAVERA XVII. Muralla de hayas.


“Los árboles son los esfuerzos de la tierra para hablar con el cielo que escucha.”

Rabindranath Tagore. 



Primavera y Urbasa se conjugan para regalarme lienzos vivos con imágenes no esperadas, presencias inquietantes y escenarios de fantasía, ejercicios de belleza.


Hoy, en el paseo matinal, en esta mañana de finales de abril, cuando las hayas todavía están desnudas porque la primavera ha traído más lluvia que sol y las hojas se resisten a mostrarme su textura y su color, me he tropezado con éste muro que parece un decorado de una ópera de tierras lejanas, en la que la acción transcurre en invierno, en las tierras del norte.


Son hayas jóvenes, con sus troncos rectos y su piel gris, salpicada de algunas manchas negras. Hay tantas y tan cercanas entre sí que, vistas desde una cierta distancia, producen el efecto de un muro, del telón de fondo de un escenario de teatro japonés.


Están mudas, el viento no ha hecho acto de presencia y no mueve sus ramas. No percibo el susurro de ningún mensaje. Están tan silenciosas como un ejército en formación a la espera de una orden.


Solamente llaman mi atención si las miro, si me detengo a esperar que me comuniquen algo, que den paso a la representación del día, pero callan. Probablemente lo hacen para que yo haga trabajar mis sentidos, para provocar mi reflexión y mi admiración.


Me siento atrapado entre mis dudas y su pasividad, entre mi admiración y su silencio.


Espero algo más, el inicio de una llamada, de una explicación de su formación, pero nadie me responde. Poco a poco, mi voz interior responde a mis preguntas. Me dice que no busque más, que esas hayas no van a decirme qué protegen, ni tan siquiera si protegen algo, solamente están ahí para mi goce, para que yo y los que nos detengamos a mirarlas podamos vivir un momento de belleza muda, expuesta para nuestros sentidos en una ofrenda humilde, sin pretensiones, con opciones para la interpretación, para el pensamiento creativo, para las interpelaciones.


Algo diferente a lo que mi vanidad intenta proyectar cada día.


Amillano, abril de 2018

Isidoro Parra.



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