PRIMAVERA XVIII. Flor que agoniza.


“Así es la belleza siempre y doquier: instante mágico, apagándose ya en el esplendor, tocado del soplo de la muerte.”
Herman Hesse (Lecturas para minutos)


Antes de iniciarse la primavera, coincidiendo con una compra de abono para el césped, la dueña del almacén de plantas me regaló una bolsa con algunos bulbos de tulipán que, dadas las fechas ya avanzadas, le habían sobrado y ya no iba a tener oportunidad de vender.


Inmediatamente, introduje los bulbos en la tierra y los regué abundantemente. El resto de tulipanes que tenía plantados desde el año anterior ya apuntaban hacia el azul del cielo.


Pasaron las semanas y salieron a la luz los nuevos tulipanes. Los que me habían regalado venían más tardíos y, pasados unos días, cuando los tulipanes que venían de años anteriores ya habían perdido su flor, los nuevos han abierto sus capullos y me he dado cuenta que en sus pétalos se mezclaban los colores de la forma más variada. He pensado que nunca hubiera comprado esos tulipanes tan llamativos, tan rizados, tan extraños que parecían proceder de cruces genéticos poco naturales.


Pero los nuevos tulipanes han crecido y, como es habitual, al pasar de los días, han empezado a abrirse demasiado al amanecer y a no poder cerrarse por completo al atardecer, anuncio claro de que sus días de floración llegaban a su término.


Y ha sido en esos días, los que preceden a la caída completa de sus hojas, cuando los nuevos tulipanes, en un grito desgarrado de despedida, han exhibido toda su fuerza, toda su belleza.


Los miraba y me daba la sensación de percibir sus reproches por mi falta de afecto hacia ellos. En medio de esa confusión, han querido regalarme el esplendor desesperado de su agonía.


Belleza máxima en el momento de la muerte. 


Y pienso que me gustaría ser capaz de imitarles y llegar al momento final con la serenidad en mi rostro, con lo más bello que tenga, en actitud de ofrenda y paz con los que me rodeen.


Un ejemplo más para recordarme que nada de lo que nos rodea es pequeño ni despreciable, por muy diferente que sea, solamente hay que mirar, ver y agradecer.


Amillano, mayo de 2018

Isidoro Parra.



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